Hace apenas quince días desde que
se supo que había aparecido un manantial en el entorno del río Gigüela, en el
término municipal de Villarrubia de los Ojos, Ciudad Real. Se trata de uno de
los parajes con más interés natural y patrimonial del municipio por ser una
zona en la que alternan los arenales, dunas de origen eólico que presentan
cierta actividad y que albergan, junto con los yesares adyacentes, una
vegetación de gran interés, con varios endemismos de muy escasa distribución.
Los hallazgos de los tres
manantiales tienen una gran relevancia, después de haber estado completamente
secos en los últimos treinta años. La existencia del topónimo “ojuelo” ya pone
de manifiesto la antigua realidad hidrogeológica de estos terrenos.
Además, son abundantes los
yacimientos arqueológicos así como otros elementos patrimoniales que no
deberían dejarse malograr.
En estos parajes son visibles los
restos de las extracciones de yeso y el entramado de arroyos y zanjas de hace
decenas de años. La zona está sufriendo una intensa transformación agrícola
con los consiguientes impactos ambientales y patrimoniales. Además, se están
produciendo usos extractivos –áridos-que podrían ser ilegales y que, aunque no
lo fueran, dada la riqueza y la importancia de estos ecosistemas, deberían ser
estudiadas y sometidas a un estudio de impacto ambiental serio y riguroso. No
está de más recordar que los límites del Parque Nacional de las Tablas de
Daimiel se encuentran a muy escasa distancia.
Igualmente se están produciendo
vertidos de alpechines y de escombros así como el almacenamiento de cantidades
ingentes de basura de origen ganadero sobre materiales extraordinariamente
porosos y a escasos metros del nivel freático.
En la zanja conocida como Zubilla
y en Los Ojuelos se han detectado por el momento tres afloramientos de agua,
uno de ellos de considerable extensión. El agua está manando a una profundidad
de un metro y medio aproximadamente. En dos de los manantiales se puede
apreciar vegetación palustre como la anea y la masiega además de otras plantas
endémicas como el albardín y el limonium, entre otras, propias de los
yesares.
Los nuevos afloramientos de agua
tienen una gran importancia y ponen de manifiesto la complejidad hidrogeológica
y el desconocimiento del subsuelo y del funcionamiento de las masas de agua
subterráneas.
Aunque se podría deducir que
desde hace ya un tiempo los niveles freáticos se están recuperando, tanto la
prudencia como la falta de datos y las aportaciones de algunos científicos
apuntan en otro sentido o matizan esa percepción. Se habla, por ejemplo, de
“tramos saturados colgados” que podrían explicar esas diferencias entre unos
puntos y otros muy cercanos.
Dada la complejidad
hidrogeológica de toda la zona, otro de los valores intrínsecos de estos
terrenos, es aventurado sacar conclusiones o hipótesis pero parece aconsejable
la realización de estudios de detalle desde todos los puntos de vista para intentar
frenar los procesos destructivos, que conduzcan a la gestión integral y
armónica de estos paisajes.
Los afloramientos se encuentran
en las antiguas zanjas y en los llamados Ojuelos, afloramientos de aguas
subterráneas, que se encontraban en realidad en el cauce anastomosado del río
Gigüela. Ese cauce fue rectificado y
encauzado, iniciando así el proceso de desecación total.
Estos pequeños enclaves
dejaron de tener agua a mediados de los años ochenta del siglo veinte por lo
que supone una gran noticia, después de tres décadas de ausencia.
Es igualmente destacable la gran
riqueza animal de estos predios municipales y particulares en los que se echa
en falta un mayor control de algunas actividades humanas.
Estas zonas en realidad forman
parte del que podríamos denominar como paleo cauce del río Gigüela y que quedó
reducido a un canal rectilíneo que ponía fin a ese cauce anastomosado,
extraordinariamente ancho y con algunas zonas elevadas, con manantiales como el
de Zubilla y con formas y usos perdidos para siempre.
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