Hace unos días un amigo me
comentó que había muerto José Rodrigo. Para la gente de Piedrabuena era José ” la
vespa”, un personaje entrañable al que conocía todo el mundo.
Había sido herrero y, hasta hace
unos años, ya jubilado y de avanzada edad, había mantenido su taller y cierta
actividad. Una de las curiosidades sobre José era precisamente que su taller
era muy pequeño y lo conservaba tal y como había estado durante décadas, con un
fuelle enorme que avivaba las llamas en un fogón en el que había carbón
mineral.
Cuando vi por primera vez la
fragua me quedé asombrado y maravillado. Una tarde de verano vi que estaba
abierta y que el herrero, con su característico mono azul, estaba trabajando.
Entré y me identifiqué. Me pareció todo un espectáculo. Fui rápidamente a mi
casa a por la cámara fotográfica y a por mi suegro, Mario Sánchez García, que
lo conocía. Aunque mostró ciertas reticencias, José me permitió estar allí un
buen rato viendo como de un trozo de herradura hacía un cucharón para el campo que le acababan de encargar.
Le hice algunas fotografías. Eran los tiempos de la fotografía analógica, en ese caso, con película de 35
mm. Se me acabó el carrete pero, afortunadamente, conseguí unas dos o tres imágenes
que me gustaron. Pensé muchas veces en volver a repetir la sesión, pero nunca lo hice. Después de
llevarle unas copias hablé algunas veces con él.
En un par de ocasiones o tres
vino a mi casa a por restos metálicos de un trastero. Me sorprendía como removía,
tocaba y seleccionaba los tornillos, las tuercas, las tuberías, y todo lo que
había y me iba explicando de qué metal era cada objeto y para lo que servía.
Algunos los raspaba contra el suelo y los desechaba.
Alguna vez más hablamos. Creo que
cuando lo veía por la calle yo veía en realidad aquella mirada que me parecía
la de un niño inocente, con sus ojos azules claros. Sé muy poco sobre él pero
siempre vi en él a una buena persona que, de alguna manera, estaba sola en este
mundo. Pero también pienso que, a pesar de esa soledad, había personas que lo apreciaban, que lo querían
y respetaban. Descansa en paz, José Rodrigo.
Muchas gracias por este emotivo texto, que ha sabido reflejar la esencia de ese hombre entrañable que fue José, para nosotros el tío José, su sabiduría del oficio y a la vez la sencillez de su alma. Puedo asegurar q en los últimos años de su vida, ya en la residencia del pueblo, no pasó un día sin q acudiera a visitarle, pasearle, y hablarle su sobrino Angel, un gesto de amor y ejemplo de dedicación para todos nosotros. Gracias de nuevo por tan bello recuerdo.
ResponderEliminarMuchas gracias a usted. Siento no haber contestado antes a su comentario, que acabo de leer en este momento.
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