Cuando yo era pequeño las sanguijuelas eran algo normal, un animal más de los muchos que vivían con nosotros de forma más o menos...natural. Nos bañábamos en el Gigüela, en los charcones que quedaban en el río, por la zona que llamábamos el Puente Hierro, y el la Puente el Conde, sobre la Madre Chica, en Villarrubia de los Ojos. Allí, cuando salíamos del agua, las veíamos enganchadas a nuestras piernas, chupándonos la sangre, sin que, sorprendentemente, hubiéramos notado el picotazo. Nos las quitábamos y sangrábamos "alegremente", sin dolor o molestia alguna.
En nuestras casas nos hablaban de su uso farmacéutico y médico, en tiempos recientes. También era frecuente escuchar historias de sanguijuelas que se habían metido en la boca de mulas y que eran sacadas con leznas.
Las veíamos nadar, ondulando sus cuerpos, con pericia, con soltura, cadenciosamente. Eran como elásticas pero duras, no como las lombrices. Alguna vez recuerdo haberlas visto muertas, reventadas, en el suelo, con una buena mancha de sangre.
Las veíamos nadar, ondulando sus cuerpos, con pericia, con soltura, cadenciosamente. Eran como elásticas pero duras, no como las lombrices. Alguna vez recuerdo haberlas visto muertas, reventadas, en el suelo, con una buena mancha de sangre.
Llegaron años de extracciones masivas de agua del subsuelo, de construcción de presas y de intensificación agrícola. Dejé de ver las sanguijuelas hace aproximadamente cuarenta años. Cada cierto tiempo me acordaba de ellas, como algo curioso. A veces preguntaba. Más de una vez escuché decir ¡madre mía, el tiempo que hace que no veo una sanguijuela! Y yo me sumaba a la apreciación. Llegó un momento en que empecé a interesarme por ellas. Gente de campo, agricultores, ganaderos, naturalistas, cazadores, fotógrafos de Naturaleza...recibían mis preguntas con curiosidad. Nada. Nadie las veía. Todo el mundo las recordaba como yo, y sentía que habían desaparecido de nuestras vidas.
Hasta que hace unos días, observando detenidamente un pequeño charco en el que había crustáceos branquiópodos me llevé la grata sorpresa. Allí estaban las sanguijuelas, nadando tranquilamente, ondulando su cuerpo irregular. Eran pequeñas, de poco más de un centímetro de longitud. Su coloración era muy clara, comparada con la de las que yo recordaba de mi infancia, de color marrón claro.
Empiezo a buscar información. Me doy cuenta de que lo que me ha ocurrido a mí le ha pasado a otras personas. Casi no hay fotografías. Una compañera me dice que tiene fotos de sanguijuelas, pero de China. ¡Curioso! Leo un informe del Ministerio de Medio Ambiente y me sorprenden las escasísimas citas por comunidades y provincias y, casi todas, de la época de la que hablo. Territorios enteros sin información.
Leo un interesante trabajo sobre las sanguijuelas de la Mancha, concretamente "Sanguijuelas y moluscos de las aguas de "La Mancha"(España)" de GARCÍA MÁS, I.; PUJANTE MORA, A. Hay citadas trece especies de hirudínios, pero todas las citas son antiguas también, y las más recientes, de la fecha de realización de la investigación, de finales de los años setenta y primeros ochenta del siglo XX. Las salidas de campo del mencionado estudio tuvieron lugar en 1983. La cita de "Hirudo medicinalis" de las Tablas de Daimiel es de 1976, verdaderamente elocuente.
Para la provincia de Ciudad Real aparecen citas de R. BLANCHARD, de finales del siglo XIX, 1893, y del cura de los bichos, don José María DE LA FUENTE, de 1917.
Para la provincia de Ciudad Real aparecen citas de R. BLANCHARD, de finales del siglo XIX, 1893, y del cura de los bichos, don José María DE LA FUENTE, de 1917.
En otro trabajo, muy poco más reciente, 1984, publicado en la revista Limnética, de la Asociación Española de Limnología, el autor del artículo anterior y otro más, aportan citas para la provincia de Ciudad Real. Se trata de GARCÍA MAS, I, ; JIMÉNEZ, J.M. (1984) "Introducción al estudio de las comunidades macrobentónicas de los ríos asturianos: hirudineos". Limnética, 1: 179-186.
Todo parece indicar que la conocida en tiempos pasados como sanguijuela, "Hirudo medicinalis", podría haber desaparecido o estar al borde de hacerlo. Otra reflexión es que quizás nuestros hábitos han cambiado tanto que ya los contactos humanos con las sanguijuelas son inexistentes. Tampoco parecen haber proliferado los estudios específicos sobre el grupo animal en cuestión ni los trabajos fotográficos. Desde luego, a pesar de los pesares, también da la sensación de que las ideas, las teorías y las prácticas miásmáticas han seguido su curso, dos siglos después.
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