Hace ya unos veinticinco años desde que conocí a un vendedor ambulante. Era más joven que yo y pasaba los jueves alternos por la tarde por mi calle. Llegaba con su furgoneta, llamaba a tres o cuatro vecinas, abría la puerta trasera y una lateral y empezaba a vender y a hablar con esas mujeres. Pronto empecé a comprar yo también alguna que otra cosa. A veces un poco de jamón, chorizo, salchichón, madalenas, una cuña de queso...
Me parecía una persona tan agradable y tenía una relación tan cariñosa con sus clientas que muchas veces estuve tentado de pedirle que me permitiera hacerle algunas fotografías. También muchas veces pensé, tras enterarme de que pernoctaba en una pensión del pueblo, que sería interesante viajar con él durante una semana para ver sus pueblos, rutas y clientela. Incluso geográficamente me parecía interesante esta modalidad de comercio minorista pero, sobre todo, por el buen humor, por la forma de tratar a la gente, por su eficiencia y amabilidad.
Me parecía una persona tan agradable y tenía una relación tan cariñosa con sus clientas que muchas veces estuve tentado de pedirle que me permitiera hacerle algunas fotografías. También muchas veces pensé, tras enterarme de que pernoctaba en una pensión del pueblo, que sería interesante viajar con él durante una semana para ver sus pueblos, rutas y clientela. Incluso geográficamente me parecía interesante esta modalidad de comercio minorista pero, sobre todo, por el buen humor, por la forma de tratar a la gente, por su eficiencia y amabilidad.
Hoy, 14 de noviembre de 2019, jueves, al llegar a mi casa, he visto que llegaba una furgoneta blanca y que bajaba un hombre. Me he acordado de él y, al acercarme para saludarlo, he visto que no me reconocía y que era más joven y algo más delgado. Es su hermano. El vendedor al que yo conocía murió hace un año de cáncer. Me he quedado de piedra y trasmitido mi pésame. He comprado algo y, para no tenerme que arrepentir, le he hecho una foto con el móvil al nuevo vendedor y a mi vecina Rosario, que ya tiene noventa años.
En estas ocasiones siento no haber sido más atrevido con el tema fotográfico. Pienso que ahora podría conservar su sonrisa y su amabilidad, atrapadas, en una foto.
En fin, es curioso pero en esta vida vamos encontrando un montón de personas extraordinarias con la apariencia de la normalidad y, sin embargo, muchas veces parece que solo recordamos a las más negativas y nocivas.
Una pena la perdida de su hermano , era una excelente persona como bien se describe en esta noticia
ResponderEliminarPues cierto es que no podía ser más amable y cariño, juli era todo amor toda bondaz y todo corazón, que pena que en esta vida sólo estamos de paso, gente como mi amigo juli deberían durar eternamente por qué jamás le visto triste siempre con su sonrisa y con su forma de hablar que te llenaba el alma, con su expresión de alaja!!! Eso lo vamos a llenar siempre con nosotros, un padre ejemplar y un marido maravilloso, besos al cielo
ResponderEliminarYa en los años 80 y 90, iba vendiendo con su padre. Incluso por los pueblos de la Siberia extremeña que limitaban con los Montes de Toledo.
ResponderEliminarDescanse en Paz, y que nos espere allí donde esté muchos años, ya que su recuerdo perdurará con nosotros,llevándonos cositas de chocolate cuando éramos unos niños, y apenas había comercio en nuestra tierra.