Ya lo dije, la primera víctima de una guerra es la verdad. Hace dos o tres días un alto mando de la Guardia Civil decía que estaban, entre otras misiones, trabajando en localizar la procedencia de las críticas al gobierno. Escándalo político de grado medio, rectificaciones del gobierno de España, reconocimiento de error, escenificaciones varias con aplausos para el protagonista, bloqueo de preguntas, y aclaraciones.
Parece ser que la Guardia Civil recibió una petición en ese sentido. Ahora, tengo dos preguntas, sabiendo que no veo telediarios, no leo los periódicos ni escucho la radio. ¿Quién envió esa misiva? y, la segunda, ¿el mando de la Benemérita cometió un error o, por el contrario, hizo lo que debe, es decir, informar al pueblo español, como militar disciplinado y valiente? Creo que lo segundo.
Parece ser que la Guardia Civil recibió una petición en ese sentido. Ahora, tengo dos preguntas, sabiendo que no veo telediarios, no leo los periódicos ni escucho la radio. ¿Quién envió esa misiva? y, la segunda, ¿el mando de la Benemérita cometió un error o, por el contrario, hizo lo que debe, es decir, informar al pueblo español, como militar disciplinado y valiente? Creo que lo segundo.
He leído cómo, en otros lares y en determinados grupos, hay verdadera preocupación por el más severo control y/o censura en internet. Así, por ejemplo, se afirma de determinadas redes sociales y se habla de nuevas estrategias de los grandes entre los grandes, los gigantes Google y Apple.
Entre medias, está la vida cotidiana de una familia, de unos familiares, amigos, compañeros y compañeras, de unas vecinas, que sigue transcurriendo con abnegación pero con un creciente cansancio. Y, cada cierto tiempo, con desconcierto, malestar y desconfianza.
Las cifras de fallecidos en España no me ofrecen precisamente ningún referente fiable. Es una corazonada, una sensación de que, ahora más que nunca desde el primer día, se ha entrado a saco en el control de los datos. Ni los cuatrocientos y pico muertos ni, por supuesto, el psicológico 399, tienen validez para mí. El resto tampoco, pero estas cifras, mucho menos.
Las cifras de fallecidos en España no me ofrecen precisamente ningún referente fiable. Es una corazonada, una sensación de que, ahora más que nunca desde el primer día, se ha entrado a saco en el control de los datos. Ni los cuatrocientos y pico muertos ni, por supuesto, el psicológico 399, tienen validez para mí. El resto tampoco, pero estas cifras, mucho menos.
Y, como decía, la vida sigue. Hoy he visto "desinfectar" el casco urbano. Me ha parecido, como las veces anteriores, una medida más cosmética que eficiente, pero ahí está, con su olor a lejía, y su chorreante líquido en el cristal de una puerta de un establecimiento.
Las noticias, confusas y contradictorias, sobre las posibles salidas de menores, y los nuevos posibles trabajos que se podrán realizar animan un poco.
Mientras, sigo escuchando verdaderas estupideces muy cercanas al arte adivinatorio. ¿Como será la vida después de...? ¿Pero es que alguien sabe lo que va a ocurrir esta misma noche? ¿Cómo es posible que se atrevan a anticipar lo venidero? ¿Es tan fácil como seguir, al dictado, lo que han hecho otras personas en otros escenarios completamente diferentes?
Y, ayer, por azar, me llevé una sorpresa...Escuché una pregunta retórica de una persona sin estudios, con un trabajo clasificado como esencial. Decía que cómo es posible que un país como Portugal, que va diez años por detrás de nosotros, y otro, que va diez años por delante, hayan controlado mejor la epidemia del coronavirus. ¿Procede esta pregunta de la radio, la televisión o la prensa? No lo sé. Escuché opiniones en todos los sentidos, con espontaneidad, y eso me encanta, aunque surjan improperios o argumentos demasiado fuertes. Por supuesto lo de los diez años de Portugal y los de Alemania puede ser muy discutible, aunque lo podemos considerar como una idea bastante extendida en España.
En los colegios nos seguimos inventando a diario, con las mejores intenciones. Pero también seguimos ejerciendo nuestra profesión y poniendo en práctica nuestros conocimientos específicos y nuestra experiencia y, además, aprendiendo. Las familias siguen trabajando con sus hijas e hijos, bandeando, a diario, toda suerte de dificultades.
Y hoy, Día de la Tierra, de la Madre Tierra, -¡qué hermosa expresión para designar, en realidad, un drama, una tragedia!- cincuenta años después de que se iniciara esa celebración en Estados Unidos, descubrimos una curiosidad inquietante. En una de las manifestaciones que tuvieron lugar aquel mes de abril de 1970, la gente iba con mascarillas. Hoy, la inmensa mayoría de personas, llevan mascarillas. Y hay quiénes dicen que hemos ido a peor. Quiero terminar con la botella medio llena. Hoy, necesito pensar que hemos mejorado, que ha servido de algo, que muchas realidades han mejorado. Que la Madre Tierra todavía tiene pulso para soportar nuestra existencia.
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