Hoy me he encontrado con un espectáculo herpetológico muy curioso y, a la vez, con cierto aire lúgubre. Ya de noche, en un camino de tierra, a las diez de la noche aproximadamente, y con 18 grados centígrados, he visto un sapo corredor adulto ( Epidalea calamita). He parado para fotografiarlo y me he llevado una gran -y lúgubre- sorpresa. El anfibio en cuestión estaba al lado de otro ejemplar atropellado, ya muy aplanado y reseco. Daba la sensación de estar velándolo, si se me permite la expresión. Ha permanecido suficientes segundos para que le haga varias fotos con el flash. Después, se ha ido. Hacía unos minutos desde que había visto otro al que no he sido capaz de fotografiar dada su rápida huida. Lo cierto es que la estampa me ha parecido, de alguna manera, con un fuerte poder evocador y, porqué no decirlo, dolorosa. La imagen de un ser vivo junto a otro de su misma especie, a las muchas horas de estar muerto. ¿Casualidad? Puede ser. Yo nunca había visto algo así y, sinceramente, me ha llamado poderosamente la atención.
No hay comentarios:
Publicar un comentario