Cuando yo era pequeño en mi pueblo abrieron una sala de juegos, o dicho de otros modos, unos billares, o unos recreativos. Eran unos espacios grandes en los que, además de venderse chucherías, juguetes baratos, tabaco y tebeos había máquinas (tipo pinball), futbolines, billares y mesas de ping-pong. Todo un avance, privado, a finales de los años sesenta y primeros setenta del siglo XX.
Pronto, los propietarios pusieron varios carteles en los que se recordaban algunas normas básicas de uso y comportamiento. Me llamó la atención una, que decía. "queda prohibido terminantemente blasfemar". Yo no entendía ninguna de las dos palabras. Al cabo de un tiempo lo pregunté a mis padres y me explicaron, aunque seguía sin entenderlo bien. Hasta que con el paso del tiempo y la exposición a esa costumbre tan poco correcta, a mi juicio, me fui habituando a escuchar esas expresiones incluso como fórmulas omnipresentes en el habla de muchas personas, con una función incluso fática o de contacto. Con el paso de los años se me fue haciendo cada vez más molesto y llegué a tomar la iniciativa para hacer lo propio con determinadas personas, grandes amantes de la música moderna, de aquellos tiempos. Así, tras escuchar esos improperios yo hacía lo mismo nombrando a algunos ídolos musicales como los Rolling Stones o Pink Floyd. Por supuesto inmediatamente había un cambio brusco en la expresión de mis amistades. ¿De qué iba eso?¿A qué venía esa agresividad?, me preguntaban, perplejos.
Han pasado los años. Supongo que por las circunstancias en las que vivo, muy frecuentemente me vienen a la cabeza aquellas vivencias de un joven queriendo hacer entender que la blasfemia, se use con más o menos intencionalidad, ofende a algunos oyentes. Intento no contestar y, a veces, recurro, precisamente, a recordar que soy creyente o a utilizar expresiones que lo pongan de manifiesto, como, por ejemplo, "si Dios quiere" o "gracias a Dios"...
Lo cierto es que la blasfemia está muy extendida en determinados grupos y sería deseable que, de alguna manera, se hiciera ver que al menos, a algunas personas, nos molesta y hasta nos ofende. No creo que se trate de limitar la libertad de expresión sino de trasmitir lo que suponen esas palabras para los creyentes. Y, por cierto, ya hay legislación específica en otros campos semánticos, conceptuales e ideológicos, aunque, como dejo dicho, no comparto la prohibición como forma de evitarlos.
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