Durante estos días de mediados de febrero de 2023 Piedrabuena celebra sus fiestas de Carnaval, como tantos miles de pueblos y ciudades. Bailes de disfraces, desfiles de carrozas y murgas, actividades escolares y municipales pero, hasta dónde yo he visto, sin máscaras por las calles y bares. Y es que, echando la vista atrás unos treinta años, vemos cómo ha cambiado esta celebración. Ahora las personas que se disfrazan, incluyendo a las máscaras, van directamente al pabellón en el que está el baile. Por lo demás, aunque parece haber una participación más alta, el carnaval actual se parece mucho al de hace tres décadas. Es evidente que el número de disfraces que se pueden comprar hoy ya elaborados es muy superior al de hace unos años, contando con establecimientos que los venden en el mismo pueblo. Eso antes no era así. Esto supone más gasto económico y menos trabajo para las mujeres, en general, y las madres y abuelas, costureras y sastres, en particular.
Las comparsas y murgas ahora suelen llevar trajes mucho más elaborados, con carrozas incluso realizadas por empresas especializadas pero sigue el ingenio, la creatividad y la destreza dando sus frutos en algunos grupos, y esa forma de proceder no se debería perder. Los medios técnicos también han cambiado y, por ejemplo, la música, está muy presente, incluso hasta límites que pueden ser nocivos para la salud.
Las murgas, más numerosas y ya con al menos un grupo femenino, "Las Parrokianas" -con unos dieciséis o diecisiete años de historia- nos muestran que también en este aspecto se ha cambiado y evolucionado. El apoyo institucional se nota y, a pesar de ser criticado -como era y debería seguir siendo habitual-sigue apoyando estas fiestas paganas.
Entristece un poco ver como los bares van cerrando muy pronto porque la actividad se concentra en ese espacio cerrado con la música prohibitiva para la conversación. Desconozco la opinión de los propietarios de estos negocios. Desde luego, en este sentido pienso que hemos perdido uno de los rasgos más genuinos del carnaval piedrabuenero. Eso de pasear por una calle céntrica o estar en un bar, sentados o de pie, y ver cómo llegaban los mascarones, con sus bromas, sus interacciones, sus "a que no me conoces" y sus ocurrencias no tiene ni punto de comparación con lo que es un baile de disfraces. Lo curioso es que no deberían ser excluyentes, sino que perfectamente se podrían complementar.
En cuanto a las letras de las canciones sigue brillando el ingenio, el espíritu crítico desde el respeto, el humor y, de alguna manera, la crónica anual del pueblo. Su acople en forma de versos y con música es verdaderamente digna de elogio. En ocasiones los personajes de los que se está hablando son incluso situados en el mismo corro, sobrellevando estoica y alegremente la situación. Pero es más, se da el caso de comparsas que, tras realizar el recorrido habitual visitan los bares y cantan precisamente a algunos dueños seleccionados para la ocasión sus jocosas canciones.
Personalmente me preocupa y asusta un poco el hecho de que estos grupos invadan parcialmente la carretera nacional en sus visitas a los bares que se encuentran en la misma, durante el rato que beben unos zumos naturales y recuperan fuerzas para seguir cantando, sin que haya señalización de ningún tipo ni vigilancia de las autoridades en la materia.
En algunas intervenciones echo igualmente en falta más reacciones del respetable público en forma de aplausos y vivas o similares (yo, lamentablemente, no sé silbar, por ejemplo). Pienso incluso en la posibilidad de corear con palmas a determinado ritmo los estribillos o similares. Ver como un grupo de jóvenes cantan esas divertidas canciones, disfrazados o disfrazadas, y tocan las guitarras, con un trabajo impresionante organizado durante un mes, sin que se arranquen el aplauso y las felicitaciones me deja un poco frío.
Pero lo que me impacta y emociona es ver que hay renovación generacional, que algunos de estos grupos o asociaciones llevan más de treinta años y, en algunos casos se trata ya de hijos o hijas de aquellas personas que nos alegraban la vida durante unos días al año. Así mismo me encanta ver que las mujeres ya han tomado también la iniciativa y que ya hay grupos femeninos en igualdad de condiciones. Y me sigue alucinando ver tantas caras alegres, tantas sonrisas, tanta felicidad hecha posible con esta magia del Carnaval. ¡Enhorabuena a las personas que hacéis posible estos momentos de felicidad a tantas personas!
Esquina de la Calle Tercia con la calle Rollo y la calle Real, uno de los puntos en los que hay más expectación.
Félix Laguna, propietario del bar restaurante "El otro sitio", escuchando una de las letras de las que ha sido, un año más, protagonista, con buen humor.
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