El título de esta entrada es lo que me sugieren las iniciativas para pedir que se amplíe el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel y Villarrubia de los Ojos. Y es que, con motivo del cincuenta aniversario de la declaración como parque nacional de este territorio, desde la Asociación Ojos del Guadiana Vivos se solicita la descatalogación para, inmediatamente después, crear un nuevo parque mucho más grande, que incluya la red hidrográfica de los ríos Guadiana y Gigüela, aguas arriba del actual espacio natural protegido.
Pienso que no se explica desde esta asociación qué efectos positivos tendría la mera declaración de estos espacios que, por cierto, con la legislación vigente, ya cuentan con herramientas válidas para conseguir esa protección. Si nos fijamos en lo que está ocurriendo en el territorio del Acuífero 23 o de la Mancha Occidental el problema no es que haya más o menos hectáreas declaradas con la máxima categoría de protección ambiental sino que las extracciones de aguas subterráneas superan, con creces, las entradas. Y, por cierto, una buena parte de esas extracciones son, según algunos grupos ecologistas como Adena-WWF, ilegales.
Por si fuera poco, en gran medida, las aguas subterráneas, que ya hemos dicho que no son precisamente excedentarias y que tienen carácter de bien público -es decir, de todas las personas de España- se están utilizando para producir frutos agrícolas excedentarios que, en muchos casos, directamente se dejan sin cosechar en el campo -y estamos hablando de miles de toneladas-o, se intervienen con dinero público para transformarlos, a costes superiores a los del mercado.
Pero, es más, esta agricultura aparentemente próspera está generando una serie de situaciones de injusticia social y laboral de la que se habla muy poco y, por si fuera poco, está subvencionada con fondos europeos.
Y ese es el verdadero problema, la extracción masiva de aguas subterráneas y no la extensión de una figura de protección que, hasta hoy, 2 de febrero de 2023, día de la Candelaria y de los Humedales, se ha demostrado que no ha servido para conservar los valores que atesoraba la llamada Mancha Húmeda.
Haciendo un poco de memoria la Mancha Húmeda abarcaba unas 25.000 (veinticinco mil) hectáreas (250 kilómetros cuadrados) de terrenos encharcables de forma estacional, en su mayoría. Si comparamos estas cifras con los 5.000 kilómetros cuadrados -en hectáreas, 500.000*-, aproximadamente, que mide el acuífero 23, podemos hacernos una idea de cómo esa simple "protección", sobre el papel o instalando carteles de "prohibido el paso, parque nacional" o, peor aún, vallas, no supone, desde ningún punto de vista, una verdadera solución.
De manera que si se trata se abordar la verdadera problemática en torno a la Mancha Húmeda lanzar la petición de la ampliación del parque nacional se parece mucho a la alquimia. Si lo que se quiere es conseguir una verdadera protección de estas zonas húmedas el mensaje tiene que ser, a mi modesto entender, otro, mucho más claro y contundente: ¡NO SE PUEDE SEGUIR REGANDO COMO HASTA AHORA! y ¡EL AGUA DEL RÍO TAJO NO ES LA SOLUCIÓN!
*Evidentemente no toda esa superficie es regable ni se riega.
Maquinaria pesada en el cauce del río Guadiana, a la entrada del parque Nacional de las Tablas de Daimiel, el pasado verano de 2022, llevando a cabo una "limpieza". Se parece mucho más a un legrado.Cartel anunciador de una marcha reivindicativa de la Asociación Ojos del Guadiana Vivos.
Agua del río Tajo trasvasada al Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, este verano de 2022.
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