El pasado 2 de febrero de 2024, viernes, tuvo lugar la celebración de la fiesta de la Candelaria en Arroba de los Montes, un hermoso y pequeño municipio de Ciudad Real.
La función religiosa comenzó a las cinco de la tarde. Normalmente era por la mañana. Cada año una persona es la madrina o encargada de hacer la ofrenda a la Virgen de la Candelaria. Llevará unas tortas de la Candelaria (conocidas como "candelilla") que se rifarán al terminar la función. Además lleva una cesta con caramelos que va arrojando en diferentes momentos para que los asistentes los cojan. Esta madrina suele ir acompañada de familiares o amistades y, en algunos casos, se trata de una promesa, un ofrecimiento o una petición. La imagen, al menos en esta ocasión, la portaban cuatro hombres, esposos de las mujeres que ayudaban en las tareas organizativas y en el coro.
Comienza la celebración con una poesía recitada por una de las asistentes y por el encendido de la candela o vela de la Virgen por parte del sacerdote. De este fuego, elemento metafórico primordial de esta fiesta, encenderán sus velas o candelas el resto de asistentes. En el transcurso de la misa se acerca la imagen al altar, con las personas que han hecho el ofrecimiento y las que colaboran con ella portando las tortas y el sacerdote bendice la imagen.
Tras finalizar la misa se lleva a cabo la sencilla procesión alrededor de la iglesia y se presta atención a la vela. Si se apaga significa que el invierno no ha terminado mientras que si se mantiene encendida se considera que el invierno está "fuera". Finalmente se procede al sorteo de las tortas. Se solía hacer con una baraja, empezando por las unidades, decenas...Pero como no hubo una preparada se optó por la insaculación y la mano inocente de un niño.
Hasta hace unos años, cuando la fecha coincidía con el días entre semana los chicos y chicas del colegio asistían, acompañados de las maestras y maestros. El responsable de la rifa era el director o directora del colegio. Por cierto ese dinero recogido de la venta de los números de la rifa era destinado a fines sociales y también eran los escolares los responsables de su venta.
Este año, quizás casualidad quizás premonición, cuando ya estaba terminada la procesión y se lanzaban los últimos puñados de caramelos por la madrina y por el sacerdote alguien dio la voz de alarma: la vela de la Candelaria había prendido la tulipa y estaba a punto de quemar la preciosa talla policromada de la Virgen.
La fiesta es muy sencilla y auténtica y conserva la esencia de esa religiosidad popular que todavía hoy subsiste. Escuchamos decir a una mujer que esos caramelillos están mejores que los que tiene en su casa, aunque son iguales, porque son de la virgen.
Cartel anunciador de la Fiesta de la Candelaria.
Faltan fotos...
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