Equivocarse es humano y, en muchas ocasiones es o puede ser hasta aconsejable. A veces ocurre que una respuesta incorrecta denota más lo que se piensa o siente que cualquier explicación que se pueda dar. No, no me estoy refiriendo a confundir una palabra, un dato, un concepto. Me refiero a que si una persona te hace una pregunta o te dice algo y se le contesta de forma negativa quizás lo que esté ocurriendo es que no se está atendiendo a lo dicho sino a lo que algunas veces se llama "las aguas subterráneas", a ese circular de las aguas bajo el suelo de un río que no es ni visible ni perceptible. Pongamos un ejemplo.
Una persona dice:
-¿Tú llegaste a conocer ese cine en funcionamiento?
Y su receptor le contesta:
-¿Cómo que no?
A lo que el emisor, perplejo y molesto, le aclara:
-Oye, que yo te he hecho una pregunta, que no te he dicho que no.
-Bueno, sí, pues eso, que sí...
¿Qué significa esa respuesta en forma de pregunta como si le hubieran negado algo? ¿No es lo que se llama "estar a la defensiva"?
Es una de tantas situaciones en las que la conversación atraviesa baches, o se llega a terreno con curvas y percibimos que quizás es mejor guardar silencio y buscar una vía alternativa como, por ejemplo, no volver a transitar por esa carretera, que tiene nombre de persona y dos apellidos. Porque si la conversación, además de no ser una necesidad, no es placentera ni enriquecedora, cuando se mantiene por el mero gusto de tenerla, ¿para qué repetirla?
No hay comentarios:
Publicar un comentario