Cuando yo era pequeño me costaba trabajo entender que un hombre se llamara como una tía mía, Mercedes, osea, Merce. Poco a poco fui conociendo casos semejantes sin salir de mi pueblo, Villarrubia de los Ojos, en la provincia de Ciudad Real. Así, Rosario, Concepción, o María Santísima, Remedios y Encarnación que solían abreviarse como Rosa, Conce, María (Santisma), Reme y Encarna respectivamente, dejaron de parecerme raros y los tengo totalmente asimilados y normalizados. También escuchaba hablar de Loreto, que había tenido mucho protagonismo durante la II República y la guerra civil en el ayuntamiento y en el pueblo.
Hace unos días, en un documento de 1903 del Archivo Municipal de Villarrubia de los Ojos localicé a un mozo que se llamaba Ángeles. En el mismo había otro llamado Guadalupe. Los leí y releí por si era un error mío, pero no, aparecían inscritos así. También estaban Isabel, Jesús de la Luz y Tecla.
Un par de días después, en otro texto, se tomaba nota de una solicitud presentada por un hombre llamado Manuel de los Ángeles en octubre del mismo año. Puede que se tratara del mismo nombre, en el primer caso, abreviado. Ya en los años cuarenta del siglo XX un alcalde se llamaba Natividad, abreviado, Nati. Y había también uno llamado Irene.
En Daimiel conocimos a Nieves, en Piedrabuena también encontramos a Sacramento y en Porzuna a Inés. En fin, creo que hay bastantes nombres más que se usan indistintamente para mujeres y hombres. Para terminar, por si alguna persona que lee este texto no lo sabe, les recuerdo que mi nombre de pila completo es Francisco de la Santísima Trinidad. Como vengo manteniendo en estas entradas sobre los nombres de persona el respeto debe ser siempre nuestra actitud, aunque a veces nos pueda sorprender.
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