Era el año 1839 cuando, siguiendo las instrucciones dadas por los superiores, que, a su vez estaban poniendo en práctica la legislación en materia desamortizadora, los peritos recorrieron detenidamente los Ojos del Guadiana y los llamados desaguados. Su labor consistía en medir y valorar esos terrenos.
La dificultad era tal por la abundante vegetación y agua y la "fangosidad" que se limitaron a hacer una estimación del valor aproximado.
Me interesa especialmente este documento del que hablo por varias razones. En esta ocasión es lingüística. Y es que esa denominación de "desaguados" hoy nos resulta desconocida y extraña. No aparece ni en el "Diccionario de voces españolas geográficas" de 1791 ni en el de Fernando González Bernáldez "Terminología popular de los humedales", que tantas veces cito.
Y hoy, en 2024, esos terrenos están completamente secos, sin prácticamente vegetación, con algún que otro cultivo de dudosa legalidad por tratarse de Dominio Público Hidráulico. Estos desaguados hoy son terrenos desecados. La huella de nuestra sociedad, rica y supuestamente culta y protectora de la Naturaleza y el Patrimonio.
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