Hace un par de días pude disfrutar y emocionarme con la película "La trinchera infinita". He de decir, de antemano, que fui con cierto miedo, ya que el tema de la guerra civil española me gusta pero, a su vez, me preocupa que no se enfoque de una forma adecuada, a mi criterio, es decir, con un intento de objetividad y rigor. Además, hace ya unos años escribí un artículo para un congreso internacional sobre el caso de un topo de la provincia de Ciudad Real. De manera que el tema es, para mí, muy interesante.
Lo cierto es que me volvió a sorprender, para ser un viernes de "puente" en una ciudad como Almería, el poquísimo público, aunque fuera en la sesión de las once y media de la noche. En realidad era el fin de semana del estreno. Unas diez personas en una sala de cien. No me parece adecuada la información que aportan las imágenes del "trailer", creo que no hacen honor a la verdad. La película es mucho más interesante y más profunda.
La historia cuenta la peripecia vital de un topo, es decir, una persona que se escondió en el transcurso de la guerra por miedo a ser fusilado. Sobre el tema recomiendo el libro de Manuel Leguineche y Jesús Torbado, "Los Topos".
Me parece que resulta extraordinariamente creíble este relato que cuenta con tantos aciertos y tantos y tantos detalles. No me gustó la actuación del protagonista en los primeros momentos, pero, poco a poco es como si se fuera metiendo intensa y profundamente en la piel de ese ser humano que se encuentra encerrado en su propia casa y, ya después de unos años, en sí mismo. Antonio de la Torre se sale, lo borda, y nos convence.
Y ahora, una hipótesis: pienso que el verdadero protagonista es la esposa, la actriz Belén Cuesta. Y una segunda, me aventuro a decir que se trata de la historia de dos topos, uno, el personaje central, que se esconde; el otro, el vecino que perdió a su hermano, asesinado, supuesta o realmente con la participación del fugado izquierdista. La diferencia estriba en que uno se encierra en su casa, por temor a una muerte casi segura mientras que el otro está encerrado en su propio laberinto personal, en su dolor, en su deseo de justicia y/o de venganza, en su obsesión...
Y, entre medias, unas vidas, unos ambientes muy reales, una renuncia a lo evidente, un mundo casi a oscuras, borroso, impreciso, entre rendijas y agujeros, con conversaciones que son murmullos, con muchos temas muy reales y todavía polémicos. Una ambigüedad digna de elogio en todas sus manifestaciones, una sugerencia antes que una afirmación...
Sinceramente creo que Garaño, Arregi y Goenaga han hecho una obra maestra. Ojalá el público se lo sepamos agradecer lo bastante o, al menos, lo suficiente.
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