Desde que empecé a escribir sobre el estado de alarma, el confinamiento, la pandemia por coronavirus y lo que nos está pasando no he dejado de poner en duda todo lo que oigo o leo. Así, cuando se habla de víctimas mortales yo he mantenido que esas cifras eran, manifiestamente, falsas. Ahosa nos dicen desde el Instituto Nacional de Estadística, nada más y nada menos, que las personas que han muerto en España en este periódo, frente a las del año pasado, superan las cuarenta y cuatro mil, muy lejos de las veintisiete mil que dice el gobierno. Se podría añadir que son más, al menos, porcentualmente. Veamos. La población española ha bajado. Los cientos de miles de turistas que nos visitan se han ido. La actividad laboral se redujo a mínimos así como los transportes, de manera que, al número de fallecimientos del año pasado habría que descontar un buen número, pero, aún así, la diferencia es tan grande que no merece la pena profundizar en ese argumento. Lo triste, lo grave, lo penoso, es que hablamos de personas, con nombres y apellidos, con familias, y no sólo de datos o cifras.
Por otra parte me preocupa que se estén tomando medidas tan contradictorias como que un municipio decida hacer las pruebas a todos sus habitantes, o un colectivo como el de la Universidad de Castilla-La Mancha, frente a otros que no han sido elegidos. Ni siquiera le vale a Caixasegur Adeslas la información aportada en un diagnóstico por un radiólogo para que a un asegurado se le pueda hacer la prueba por COVID-19.
Sorprende que al personal de la UCLM se le vaya a hacer la prueba y no al de Educación Infantil, Primaria, Secundaria, Formación Profesional y otros. Sorprende porque los segundos tratan con muchas más personas y en condiciones laborales mucho más difíciles de manejar. En la Universidad hay adultos, mayores de 18 años y, de entrada, muchos más espacios. En el resto de centros educativos, mucho peor equipados en todos los sentidos, hay menores y familias. Compárese una aula de la universidad, un pasillo, unas escaleras y visítense los colegios. Tómese nota de la entrada, a las nueve de la mañana, a un colegio, con cientos de adultos acompañando a los escolares. Obsérvese luego la entrada en las diferentes facultades.
Pero las pruebas del COVID-19 no están previstas, parece ser, para todo el mundo, sino para los elegidos. Ah, ¡qué olvido! Y también se puede conseguir pagando, es decir, repagando, porque todos hemos pagado nuestras correspondientes cuotas sanitarias durante estos meses.
Así las cosas, los discursos, las palabras, los tonos, hasta ese fondo poético y conciliador de los cuarenta y siete millones de hilos que forman la bandera de España de la que hablaba el presidente del gobierno, don Pedro Sánchez Castejón, en el parlamento, ayer mismo, suenan huecos, vacíos, falsos, sencillamente falsos. Aunque las dos comentaristas de la Cadena SER me puedan tachar de cualquier cosa...por expresar mis ideas libremente.
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