La última vez que escribí sobre la pandemia del coronavirus fue en junio de 2020. Supongo que con la llegada del verano, las vacaciones y el fin del confinamiento, no encontré el momento de retomar el tema. Hoy, 17 de enero de 2021, san Antón, vuelvo a este cuaderno, con la idea de hacer un breve repaso de este tiempo.
Acabamos el curso escolar 2019-2020 confinados. Tuvimos el último claustro presencial, manteniendo las distancias de seguridad y con mascarillas, sin saludos ni de manos ni de besos, ni comidas ni cañas. Recogimos todo el material de las clases en bolsas de plástico, dejando a mano lo imprescindible y preparando el nuevo curso.
El verano transcurrió con cierta libertad, pero con las limitaciones de aforo, de mascarillas, de gel hidroalcohólico y con menos actividades colectivas. A finales de julio y primeros de agosto a los docentes de Castilla-La Mancha nos hicieron la prueba rápida. A pesar de las críticas, más o menos lógicas, era un paso positivo. Así, supimos que algunos no lo habíamos pasado, y que otras personas, sí. En situaciones de desconfianza ya era un dato importante a tener en cuenta. Evidentemente, cualquiera nos podíamos haber contagiado en la misma sala en la que nos hicieron el test, pero ese riesgo siempre está presente.
Empezamos el curso 2020-2021 con muchas medidas, incertidumbre y nuevas normas. A pesar de las críticas y hasta el catastrofismo, a pesar de los agoreros, los que desconfiaban y del ambiente generalizado de temor, conseguimos llegar a la Navidad, con un considerable éxito. La incidencia del coronavirus en los colegios e institutos fue muy escasa, porcentualmente.
Entre medias, hubo que emplearse a fondo en todos los sentidos. Aunque el alumnado y las familias están muy concienciadas, el día a día es bastante "tedioso" en el sentido de tener que estar pendiente de aspectos que antes ni existían. Así, las mascarillas que tienen que estar bien ajustadas, las narices que se dejan ver, las distancias, el no compartir materiales de ningún tipo, el establecer una serie de nuevas rutinas como que todo el alumnado vaya al servicio antes de salir al recreo, por turnos, el asumir asignaturas voluntariamente para evitar que más personas entren en nuestras aulas, el crear "recintos" estancos en los colegios, el controlar la ventilación en todas las horas, el uso de los jabones líquidos, el tener que limpiar a diario varias veces nuestras mesas, sillas, ordenadores...han sido el día a día. No estoy seguro de que la sociedad haya sido o esté siendo consciente de estos cambios y de estos esfuerzos.
Además, las administraciones han hecho también un gran esfuerzo. Hablo de mi caso. Hemos tenido profesores de apoyo, alumnado de prácticas que ha sido fundamental, conserjes, personal de limpieza prácticamente todo el día...y hasta desdobles de los cursos de tercero a sexto.
Ahí hemos tenido -algunos-cierto malestar. Se estableció por la autoridad educativa, que de segundo de Educación Primaria hacia abajo (es decir, 2º, 1º y Educación Infantil) éramos, y somos, "grupos de convivencia estable", de manera que no nos hacían desdoble. Es decir, dónde había dos grupos de unos veinte alumnos y alumnas de tercero, ahora hay tres, con tres profesoras o profesores. Pero dónde hay hasta veinticinco alumnas y alumnos de segundo...seguimos igual. La medida no sé si tiene algún soporte científico, pero así ha sido.
Lo cierto es que la prioridad ha sido la seguridad en el sentido de la salud en cuanto al coronavirus. Vamos más despacio en clase pero, a pesar de los pesares, hemos podido trabajar y avanzar.
Tuvimos sustos y hubo alumnado o familias confinadas e incluso positivos, pero terminamos el cuatrimestre. Yo mismo tuve que permanecer varios días en mi casa hasta contar con los resultados de las pruebas, dado que un familiar se había contagiado.
El coronavirus ha venido a cambiar un montón de cosas también en nuestras aulas. Dónde antes decíamos hasta la saciedad que veníamos al colegio a compartir ahora decimos lo contrario, intentando puntualizar que es por la situación actual del virus.
La información institucional ha seguido siendo, a mi juicio, caótica, contradictoria y preocupante. Así, con los cambios en no se qué modelos informáticos o de contabilidad o de estadísticas...dejamos de saber el número de fallecidos a diario. También es cierto que no he prestado prácticamente ninguna atención. Por si fuera poco, las confrontaciones partidistas, por un lado, y los datos del Instituto Nacional de Estadística venían, casi a diario, a contradecir al gobierno.
Llegó un momento en el que yo personalmente no sabía ni cuantos muertos había a diario ni en qué fase nos encontrábamos.
El tema estrella durante meses ha sido el de las vacunas, con todo un elenco impresionante de datos, informaciones, opiniones y macutazos. Creo que se generó un estado hasta de agresividad verbal en muchas personas a cuenta de este asunto. Así, se podían escuchar opiniones de lo más variadas. Y, en algunos casos, un buen número de argumentos falaces, acompañados de sentencias, de insultos y descalificaciones, a favor o en contra.
Parece que la cordura, al menos verbal, se ha impuesto, y ya no somos tachados de insolidarios y egoístas los que simplemente preferimos esperar u opinamos que esperaremos o que no queremos vacunarnos.
Las llamadas "olas" y todo un vocabulario más o menos acertado, se ha incorporado a la comunicación diaria...Y con esos movimientos de las aguas, revueltas, las confrontaciones de los partidos políticos han hecho lo propio. Entre medias, el gobierno ha ido sacando leyes sin consensuar y sin ton ni son, en momentos tan difíciles. A veces no se sabía si era una estrategia para desviar la atención, o, lo contrario, es decir, si aprovechaban la situación de la pandemia para promulgar leyes.
La confrontación, la trivialización, la politización y la radicalización han prosperado tanto como el virus. He escuchado tantos insultos de un lado como de otro. Es cuestión de paciencia. Y me ha parecido detectar posicionamientos de lo más beligerantes, argumentando peligros y amenazas terribles: golpes de estado (de derechas y de izquierdas), destrucción de España, ruina, bandos, ponerse de lado con la que está cayendo...Es como si hubiera que "ponerse" como alguien nos diga, o como si hubiese que pensar u opinar como ordena el vicepresidente del gobierno. En fin, las cosas no son así. Libertad es una palabra de tres sílabas que necesita su tiempo y su espacio. No cabe en una siglas, en una palabra o dos, en un color, en un lado, ni en una ideología. Y un virus no nos puede contagiar semejante concepto hasta meterlo en un hospital y en un quirófano.
En diez meses nuestras vidas han cambiado mucho. Muchos argumentos se han ido cayendo día a día. Sigo pensando que la información fue una de las primeras bajas de esta pandemia. Como siento que falla todo el sistema del llamado rastreo y control de los positivos, de los que están a la espera de los resultados y de sus contactos. También estoy convencido de que todo lo que nos está pasando es nuevo, difícil, imprevisible en muchos aspectos, y no imputable a las autoridades. Coincido en que hay mucha más gente responsable y preocupada que los que no, pero a veces nos expresamos -yo el primero-, a la ligera. La pandemia saca lo bueno y lo malo.
Tengo claro que uno de los peores sentimientos del ser humano, y de los más peligrosos, es el miedo. Y es lo que más hay. Debemos distinguir entre el miedo y el respeto y el peligro. Hace ya años que vengo escuchando que el miedo es libre. Sí, bueno. Pero se puede añadir que es como la sal en un huevo frito. Una pizca puede ser hasta imprescindible, o simplemente, necesaria. Más, no.
Desde luego se hace necesario un clima de concordia, de acercamiento, de diálogo, de consenso, de colaboración, y no todo lo contrario. Y esto no significa que haya que abandonar la crítica o las lógicas diferencias de criterio.
Hoy, ya 18 de enero de 2021, Fernando Simón ha dicho que podríamos estar en el punto más alto de "la curva", ojalá sea cierto. A mí, las dudas me asaltan. ¿Cómo puede ser que hayamos pasado de cero muertos diarios a la situación actual...¿Dónde ha estado el fallo? ¿Seremos capaces de detectarlo y ponerle remedio? En Castilla-La Mancha, y en Ciudad Real, las cosas están muy mal. Son más que preocupantes. Los bares, como buen termómetro, están cerrados, y hoy nos ha dicho el gobierno regional que seguiremos así diez días. ¿Hay datos suficientemente fiables como para que haya que cerrar las terrazas de los bares y no los centros educativos? Los aforos de ambos se pueden comparar...Es cierto que en uno se bebe y se come...
Para terminar, en los primeros días de septiembre de 2020 yo estaba en un bar en Villarrubia de los Ojos. En la televisión empezaron a hablar de la vuelta al colegio. Hubo algunos comentarios. El dueño del bar, que me conoce, me preguntó. Se hizo un silencio expectante. Le dije que teníamos que tener confianza. Creo que superamos la prueba muy satisfactoriamente. Espero que la próxima vez pueda decir lo mismo.
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