Desde hace ya un tiempo se viene hablando, con demasiada generosidad semántica, de la sociedad del conocimiento. Por un lado podría parecer lógico, habida cuenta de los "avances tecnológicos" que estamos viviendo y que, en muchas ocasiones, nos están cambiando los hábitos. Por otro, los seres humanos seguimos siendo muy ... humanos, lo que incluye unas altas dosis de torpeza en muchos aspectos. En cuanto a la convivencia, a la capacidad de relacionarnos, de tratarnos, de soportarnos, de llevarnos bien -o, al menos, medianamente bien-, de sobrellevarnos, de ayudarnos, de querernos, esos grandes avances parece que no se han dado. Es más, en muchos casos todo parece indicar que vivimos momentos de verdadero retroceso.
Millones de personas, consciente o inconscientemente, hemos pasado de relacionarnos en vivo y en directo a hacerlo virtualmente. Yo recibo muestras de aprobación casi a diario en una red social de personas a las que no conozco que viven a muchos miles de kilómetros y, sin embargo, mis contactos personales reales, en directo, van disminuyendo día a día.
Pero mi duda es si, verdaderamente, podemos llamar sociedad del conocimiento a esta realidad maquillada cuando no ocultada deliberadamente en la que nos estamos acostumbrando rápidamente a vivir. Es este compendio de contradicciones en las que parece que nos hemos convertido en verdaderos devoradores del planeta y de todo lo relacionado con el sentido de humanidad y solidaridad. Ya raro es el pueblo, por pequeño que sea, que no cuente con un "aparcaviejas" (siento usar esta expresión tan poco respetuosa), con instituciones y empresas que se ocupan de nuestros mayores porque, en muchos casos, no "podemos" cuidarlos convenientemente. ¿A eso lo llamamos "progreso", "futuro", "bienestar" y "conocimiento"? Y es solo un ejemplo. Las sociedades como la nuestra registran fenómenos inauditos como la tremenda soledad de millones de personas, o el lacerante suicidio, del que prácticamente está prohibido hablar. Si hablamos del llamado "cuarto mundo", es decir, el tercer mundo en el primero, o, sencillamente, del tercer mundo, la expresión sobre la que estoy escribiendo esta líneas se queda un tanto vaga y se puede ver con mayor nitidez lo muy poco apropiada que es.
Una sociedad culta, instruida, tecnológica, educada...¿envenenaría las tierras, aguas de ríos, pozos y mares?¿extinguiría especies?¿prescindiría de su rico patrimonio, incluyendo el inmaterial?¿apartaría precisamente a las personas que hicieron posible esa situación de avance, las más sabias? Creo que fue Jung quién dijo eso de "la apariencia de las cosas no son las cosas en si".
En fin, una cosa son "los datos", como los de los teléfonos móviles, y otra, muy distinta, el Conocimiento, la Sabiduría, la Bondad, la Justicia, la Fraternidad, el Amor...
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