Hay un concepto muy curioso cuya denominación procede del inglés, el llamado "mansplaining" o, -traducción libre- "hombre explicación" o "macho explicación".
Surgió hace ya unos años para denominar esas conductas de algunos hombres que "explican" determinadas cuestiones a mujeres, suponiendo que estas no saben de lo que se está hablando cuando en realidad puede que sean expertas en esa materia, por ejemplo.
Sorprende que se use sólo en masculino cuando no se produce esta actitud o conducta sólo en hombres. Mujeres que explican, describen o cuentan a hombres, o a otras mujeres, hay tantas como hombres mientras no se lleven a cabo estudios serios al respecto. Dicho con un vocabulario más popular y español "abundantes" hay en todas partes y de todas las condiciones.
Lo que subyace a esta denominación es un rasgo de un determinado "feminismo" muy poco respetuoso, inexacto, impreciso y más agresivo que constructivo. Pero, además, lo preocupante y molesto es que se trata de una carencia, una deficiencia o un defecto en el dominio de la conversación. Y es que, aunque la legislación educativa lo ha venido diciendo con claridad no siempre se le ha dado ni se le da la importancia y el tratamiento adecuado a la expresión oral. Y, aunque muchas personas no lo hayan pensado nunca, en realidad es mucho más importante saber hablar (y esto comprende también escuchar) que saber escribir o, incluso, tanta como saber leer, y puede que más.
Y es que saber conversar es mucho más difícil de lo que parece y no me estoy refiriendo a la gramática, a la dicción, a la capacidad retórica o a la riqueza de vocabulario sino a esos aspectos tan importantes del respeto, de la comprensión de lo que debe ser una conversación, un diálogo y un simple intercambio de información o de emociones, es decir, a la comunicación oral.
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