El uso que se hace de los mapas, en general, no suele ser todo lo riguroso ni objetivo que sería de desear. Y en los medios de comunicación, ¿qué podemos decir que no se sepa?. Hay mucho estudiado, investigado, discutido, escrito y dicho al respecto. Cada cierto tiempo al ver lo que llamo un "ma-pi-ta" (escrito así porque si lo estuviera diciendo oralmente recalcaría mucho las sílabas) suelo hacer una fotografía con el móvil, si me da tiempo, y recuerdo lecturas al respecto, como el muy enriquecedor libro de Mommonier titulado "Cómo mentir con mapas" (How to Lie With Maps) (que sinceramente creo que se debería haber traducido hace años, como otros del mismo autor) y algunas actividades mías en las aulas y talleres.
En este caso se trataba de mostrar el supuesto riesgo de incendios en España pero el resultado no es acertado desde ningún punto de vista. Cuesta trabajo imaginarse los cientos de miles de hectáreas de cultivos de regadío sucumbiendo bajo el fuego como si fueran una película de esas "plof" en las que se queman los viñedos, por ejemplo.
Tampoco es correcto mostrar la España peninsular como una isla, a la que se le ha recortado Portugal. La única ventaja sería que ganaríamos muchos kilómetros de costa pero no es muy geográfico.
El uso del abanico, del botijo, la retirada de tantísimo material nocivo como el cementaco y el alquitrán, omnipresentes, y la construcción de edificios más aptos para estos condicionantes naturales ayudarían mucho.
Por supuesto, tener ríos que se puedan llamar como tales sería imprescindible. ¡Incluso se podrían representar cartográficamente! Los de mi pueblo natal, Guadiana y Gigüela, tenían un kilómetro de ancho, e incluso más, y ahora hay viñedos de regadío, cebollas de regadío, melones de regadío... que no arden.
En fin, que no todo vale, ni siquiera en cuestiones supuestamente informativas y preventivas sobre la lucha contra los incendios.
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