Hoy, 29 de diciembre de 2019, domingo, he vuelto a recorrer una buena parte del paraje conocido en Villarrubia de los Ojos, Ciudad Real, como "Los Ojuelos". Llevo tres días haciéndolo, tras un buen tiempo sin venir por aquí. Me acompañan tres buenos amigos y conocedores de este territorio tan interesante.
Ha helado un poco y durante unas tres horas el suelo y la escasa vegetación aparecían escarchadas. El termómetro de mi coche marcaba un grado y el sol no conseguía hacerse con la situación. Recorremos esta llanura de inundación, paleocauce intensamente utilizado desde tiempo inmemorial por los seres humanos, con gran atención. Vamos viendo los desaguisados de tantos años de abandono, de tanto tiempo de gestión anárquica e interesada.
Constatamos como conviven las actividades humanas de ayer mismo con otras de hace, quizás, siglos. Así, vamos viendo pozas hechas hace unos treinta o cuarenta años con máquinas; zanjas, barrancos o pequeñas depresiones de las extracciones de yesos, plantaciones de pistachos, de viñas, de olivos, de almendros...Ni rastro de una sola huerta. Escombros y restos de todo tipo que se vienen manteniendo desde hace también mucho, como botellas, frascos, hierros, alambres, una batería, plásticos...
El fuego, relativamente reciente, ha dejado muchos terrenos completamente calvos. Aquí se ve una zanja que, a su vez, desemboca en otra. Allí destaca, blanqueando, un montón de tierra, declarando que se extrajo hace años quizás, casi seguro, buscando agua. Las huellas del arado de este otoño se alternan con los de hace años, como lo hacen los pequeños viñedos ya abandonados y muertos con los nuevos, ahora en espaldera.
El fuego, relativamente reciente, ha dejado muchos terrenos completamente calvos. Aquí se ve una zanja que, a su vez, desemboca en otra. Allí destaca, blanqueando, un montón de tierra, declarando que se extrajo hace años quizás, casi seguro, buscando agua. Las huellas del arado de este otoño se alternan con los de hace años, como lo hacen los pequeños viñedos ya abandonados y muertos con los nuevos, ahora en espaldera.
Es digno de reseñar la irregularidad de las pequeñas parcelas y de la superficie, que se encuentra, intermitentemente, en dos niveles. El más bajo se corresponde con las extracciones de yesos y el superior, con el primitivo cauce, llanura de inundación de un río muy llano y ancho que fue encauzado en diferentes momentos pero, definitivamente, por ahora, en los últimos años sesenta del siglo XX y primeros setenta.
En los pequeños montones de tierra que quedan en pie, como testigos de ese nivel del lecho del río, los conejos han ido construyendo sus enormes madrigueras. La zona se reserva para la caza con "bicho" -con hurón- y no se permite su actividad hasta la semana próxima. Esos agujeros a veces se han convertido en verdaderas esculturas, con túneles y formas caprichosas.
En algunos reductos se aprecian los alberdinales -esparto fino- y las matas de limonium y de las zanjas y pozas salen, cuando no han sido quemadas, las plantas acuáticas más típicas, como el carrizo, la anea y, en menor medida, la masiega. Son muchas más las especies presentes y, aunque no es el mejor momento, sabemos de la presencia de endemismos muy interesantes y escasos.
Se escuchan las gangas, el pito real, la tarabilla común... Vuelan muy cerca el águila imperial y el aguilucho.
En primavera todo cambia y esos grises predominantes se convierten en vivos colores. Se suele decir que la esperanza es lo último que se pierde. Ante tanto potencial, tantos valores, tantas riquezas no necesariamente monetizables, sentimos una llamita de esperanza que se resiste a desaparecer. Todavía es posible conservar muchos de los valores de este espacio natural.
Por otra parte, muy importante, aunque no sean considerados como dominio público hidráulico los Ojuelos no debemos olvidar que son de titularidad pública, son terrenos municipales que deben ser conservados como tales.
Y, por último, la protección no debería suponer la pérdida del nombre que le fue dado durante siglos, incluyendo toda la toponimia que todavía hoy es utilizada por algunas personas. Y en la misma persona, la compatibilización de actividades tradicionales con la conservación no deberían tampoco ser un obstáculo. Esperamos vehementemente que el ayuntamiento de Villarrubia de los Ojos siga defendiendo esta parte tan importante e interesante de nuestro patrimonio.
Y, por último, la protección no debería suponer la pérdida del nombre que le fue dado durante siglos, incluyendo toda la toponimia que todavía hoy es utilizada por algunas personas. Y en la misma persona, la compatibilización de actividades tradicionales con la conservación no deberían tampoco ser un obstáculo. Esperamos vehementemente que el ayuntamiento de Villarrubia de los Ojos siga defendiendo esta parte tan importante e interesante de nuestro patrimonio.