El pasado 1 de abril de 2019, lunes, supimos que había muerto Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 1927-Madrid, 2019). Inmediatamente me vinieron a la memoria tres libros y muchos momentos de felicidad y deleite espiritual. Recordé a una profesora de Literatura del Instituto Cardenal Cisneros de Madrid y el libro de objetivismo literario "El Jarama". Sus clases, envueltas en el humo de sus cigarros y su pasión por la Literatura eran un oasis de vida en estado casi onírico.
Después, no sé cómo ni dónde, me llegó, como verdadera revelación, "Andanzas e industrias de Alfanhuí". Para mí fue un puente entre algunos libros de Pío Baroja, de Valle Inclán y un presente que me quedaba pavorosamente cercano. Era como asomarme a un lagarto hallado muerto de mi infancia, al que intentamos quitarle la piel y a esos mundos tan interiores y profundos como superficiales y epidérmicos.
Se convirtió Alfanhuí en un convencimiento, en un lugar secreto y sagrado, en una cripta íntima y abierta a las luces ofensivas de febrero. Ya trabajando de maestro en Anchuras, ese pequeño pueblo tan grande de Ciudad Real, entre cuatro provincias que parecen aislarlo y, a su vez, enriquecerlo, ofrecí a mis doce alumnos y alumnas de cinco cursos diferentes en la misma clase la opción de leerlo. Mi alumnado estuvo de acuerdo. Me resultó difícil conseguir trece ejemplares iguales del deseado libro...y tuvo que ser el Corte Inglés el que me consiguiera esa preciada mercancía. Leímos el libro con verdadero placer. Al menos esa es mi percepción, veintisiete años después. Me pregunto qué pensarán esos jóvenes hoy.
Y Alfanhuí-Ferlosio...y los alcaravanes, los lagartos y demás siguieron creciendo, enraizando y fructificando en mí, como un ser entre leñoso, pétreo y coralino. Algún que otro amigo se dejó aconsejar y compró o aceptó mi regalo.
Y un día descubrí otro libro, "El geco", otro animal mítico, cotidiano, maldito y bendito a la vez...
He coincidido con algunos amigos que me han confesado tener sentimientos muy parecidos a los míos. Fue siempre un apreciado bien saber de esas coincidencias, de esos senderos confluyentes, de esos puentes...
Seguiré albergando, espero, un algo de ese alma de niño del amante de los alcaravanes...Curiosamente el pasado sábado, 30 de marzo de 2019, mi buen amigo Conce Sepúlveda, en Villarrubia de los Ojos, me llevó a ver un nido...ejem, ejem, la puesta quiero decir, de un alcaraván, ejem, ejem, una alcaravana, mejor dicho. Me acordé de él. La alcaravana estaba cerca, pero no en su sitio, ya que un hombre subía los alambres del emparrado en el que estaban los manchados y terrosos huevos en los que se dibuja el mapa mundi de Rafael Sánchez Ferlosio y, quizás, su epitafio: descanse en paz un buen hombre que supo transmitir magia y paz de la sencillez profunda...
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