Llevo toda mi vida mirando con curiosidad y admiración a los invertebrados. Desde pequeño me fascinaban y me parecían extraordinariamente hermosos. Recuerdo un hormiguero de mi casa y los ratos que pasaba observando las entradas y salidas de esos seres negros, ágiles, negros y articulados y todo lo que llegaba a imaginar, partiendo de un dibujo que había visto de una persona de su mismo tamaño. Mi madre, dada mi afición a capturar a los más llamativos y grandes, me explicó que su tío cura era un gran aficionado y tenía su propia colección. Los disecaba, pinchándolos en un corcho con un alfiler. Así empecé mi pequeña colección.
Llegó mi primera cámara de fotos y, pensaba yo, sería la oportunidad de captar esas bellezas tan impresionantes. Esas formas, esos colores, quedarían plasmados en mis fotos. Pero las fotos eran caras y la cámara muy sencilla y rudimentaria. Pasaron los años y llegaron a mis manos las cámaras réflex y empecé a experimentar el placer de fotografiar fauna y flora y, sinceramente, a cosechar fracasos fotográficos. Me dí cuenta de que no era nada fácil, por ejemplo, hacer una buena foto de los ocelos rayados de esos saltamontes grandes que veía por todas partes, los "Anacridium".
Y poco a poco fui aprendiendo, con familiares y amigos, a hacer fotos macro, si bien debo confesar que me considero, a pesar de mis sesenta años, y de tener un equipo considerable, un mero aprendiz.
Lo cierto es que desde hace mucho tiempo vengo observando una verdadera conspiración de la Naturaleza. Y es que, un día cualquiera, con el tiempo estable, haces una foto de un escarabajillo, de una araña al acecho en una flor, de un sírfido y, en cuestión de segundos, ¡zas! se levanta un airecillo que te mueve la planta hacia la que estás disparando. Me atrevo a afirmar que no falla. Calma absoluta, chicha, divisas un invertebrado cualquiera sobre una flor, el tallo, una hoja. Te acercas, preparas la cámara, enfocas...y en décimas de segundo un vientecillo sospechoso arruina tu deseo de inmortalizar ese espectáculo.
Es algo que sucede con demasida frecuencia, creo que la naturaleza nos esquiva. La primavera ha sido ventosa, inquieta. Y ahora con esta "calma" las flores ya están tan apagadas, pero siempre habrá "resquicios" por dónde asomarse, seguiremos "persiguiendo" estas maravillas.
ResponderEliminarEnhorabuena por el contenido tan ameno de su blog. Saludos
Muchas gracias. Saludos
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