No hay bandera blanca
si seguimos en la trinchera
si mantenemos las armas
incluso verbales,
ideológicas,
emocionales,
sentimentales,
si creemos que hay
sólo buenos
y malos -¡dos bandos!-
y sentimos
que nos atacan
que todo está relacionado
con aquello que ya pasó...
o que pasará.
Si no bajamos la guardia
si no confiamos
en que la ramita
de olivo
la coja la paloma,
si no confiamos en que podemos compartir
el pan y la sonrisa
la sonrisa y la mano,
las manos como hermanos.
Sí, cubramos las trincheras
para que nadie caiga en ellas,
dejemos ya que cicatricen
esas heridas
recidivas.
Arriemos la bandera
y miremos adelante
porque, desde la trinchera,
no hay blanca
bandera
ni paloma
ni ramita de olivo.
Convirtamos la trinchera
en alameda,
en senda
en paseo,
en camino,
en hermosa linde
protectora.
No,
no hay bandera blanca
si seguimos ahí dentro,
metidos
hasta el último rincón del alma
en ese caldo del enfrentamiento.
Enterremos la trinchera
con las armas dentro,
convirtámosla en alameda
o dejémosla como un arroyo
que recibe las aguas
y las lleva.
Muy bonito, inteligente e interesante.
ResponderEliminarGracias.
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