miércoles, 29 de abril de 2020

Las Cruces de mayo de Piedrabuena 2020, confinadas, pero vivas y sentidas.

Se acerca el dos de mayo de este atípico, extraño, duro y, sobre todo, trágico 2020. Un virus llegado de China nos ha cambiado la vida, y a miles de personas, sencillamente, se la ha quitado.
Unos días antes de que se iniciara el estado de alarma y el llamado confinamiento, por la pandemia del coronavirus, ya veíamos que este año era muy posible que no pudiéramos vivir las cruces de mayo de Piedrabuena, y de otros municipios, como en años anteriores.
Se había suspendido el gran evento en torno a los teléfonos móviles en Barcelona y, nada más y nada menos, que las Fallas de Valencia. Así, todo parecía indicar que se avecinaban cambios muy importantes. 
Un grupo de jóvenes de Piedrabuena estaba ya preparando, con toda su ilusión y mucho tiempo y esfuerzo, su cruz de este año. Fuí a ver el nuevo emplazamiento y sus inicios. Hice algunas fotos y, pensé, este año les haría un seguimiento muy cercano. Pero las noticias cada día nos nublaban más el horizonte temporal. Y llegó el día trece de marzo, en que supimos que se suspendían las clases de todos los niveles educativos. Al día siguiente, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez Castejón, anunciaba la declaración del estado de alarma.

Pero fueron pasando los días y las semanas. Algunos pensábamos que, aunque no hubiera cruces como tal, algo queríamos hacer. Y la única manera era en nuestras casas. Lo hablamos en familia y estuvimos de acuerdo. Sería una cruz pequeña, sencilla, sin prácticamente flores ni plantas, y, por supuesto, sin nada extraído del campo, dadas las restricciones para salir.
A los pocos días, una vecina y familiar nuestra nos preguntó que si teníamos alguna imagen religiosa en casa de cierto tamaño que le pudiéramos prestar, pues quería hacer una cruz. Dos vecinas se ofrecieron y sacaron rápidamente sus vírgenes. Eran las ocho de la tarde y nos habíamos asomado a aplaudir a los trabajadores sanitarios y a todas las personas que han sido consideradas esenciales en sus puestos de trabajo.

Ya esta semana mi esposa me ha enviado tres fotografías de tres cruces. Sinceramente me emocionó y sentí que esta iniciativa la debíamos haber tenido muchas personas.
Nos pusimos manos a la obra y, aunque fuera solo a modo de ensayo, de pequeña obra más que efímera, volátil, formamos una cruz con clavos. Éstos tienen su historia , pero la contaré en otro momento. 
Lo cierto es que, este año de 2020, sin cruces como las conocemos, muchos sentimos que el símbolo de la Cruz sigue siendo muy importante en nuestras vidas. Cada uno sabe lo que significa para él o para ella, lo que siente, y lo que padece. Y estas pequeñas cruces son, también, una forma de sentirnos unidos y unidas ante la adversidad, ante la enfermedad, ante el temor y el miedo, ante tanta incertidumbre, tantas dudas, tanto desasosiego.
Las cruces de mayo, avatares y paradojas de la vida, quizás hayan recobrado el sentido que tuvieron antaño, en los primeros momentos, ahora, en 2020, bajo la amenaza de una enfermedad.
Me recuerda mucho lo que está ocurriendo a las luminarias de Fontanarejo, que se hacen precisamente en estas fechas y con esa finalidad, recordar la salida de una epidemia, con la purificación de las casas con el humo del romero quemado al ponerse el sol, en la calle, con las puertas abiertas de par en par.
Ahora, desde nuestros hogares, nos comunicamos más con diferentes aparatos pero, cusiosamente, añoramos ese contacto humano que, parece ser, todavía no será posible. Pero las cruces nos acercarán, al menos, un poco, aunque no podamos visitarlas y nos conformemos con las fotografías y vídeos.



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