Ayer supe que se habían producido manifestaciones en contra del gobierno de España. Independientemente de que fueran legales, ilegales o alegales, espontáneas u organizadas, dirigidas o no, lo que me sorprendió y me pareció totalmente inadecuado e injusto es que una de ellas tuviese lugar en los alrededores de la vivienda de uno de los vicepresidentes del gobierno de este país. Y dicho así, independientemente de que él, en sus etapas anteriores, pudiera alentar o justificar conductas parecidas, llámense como se quieran llamar, me sigue pareciendo mal.
Desconozco los detalles, como los desconocí en otros casos, pero todo el mundo tiene los mismos derechos, incluyendo el de la intimidad y que nadie nos moleste ni en nuestra casa ni en sus cercanías, de ninguna manera. Y así lo dije por escrito y me tuve que defender de las descalificaciones de alguna persona que ni entendió ni quiso entender lo que se decía, con motivo del escrache sufrido por Mónica Oltra. Entre otras cosas, hubo en aquella ocasión, más soberbia que respeto por parte de quién me nombró y señaló públicamente como persona que no tenía derecho a expresarme libremente.
De manera que, dicho queda. Pablo Iglesias, como cualquier otra persona, tiene derecho a que nadie lo moleste en su domicilio ni en sus aledaños, de ninguna manera. Me parece una falta grave hacia el respeto debido y la convivencia.
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