Hoy he podido escuchar la entrevista hecha al filósofo Santiago Alba Rico. Sus palabras me han parecido muy interesantes, con reflexiones profundas, aunque, a mi modesto entender, quizás un poco apresuradas, dado que todavía estamos en pleno proceso de pandemia y estado de alarma. Además, las generalizaciones y las conclusiones siempre me han parecido demasiado arriesgadas. Debo confesar que algunos puntos de vista me han parecido muy sabios.
Sin embargo, al final de la entrevista, el pensador es como si se hubiera bajado de su cátedra, como si hubiera abandonado la mesura, la empatía, el análisis, para sentenciar, poco más o menos, que hay buenos y malos en cuanto a las actitudes de las gentes que manifiestan sus sentimientos y emociones. Así, los que aplauden a las ocho, son buenos. Los que golpean sus cacerolas, son malos. Evidentemente no lo ha expresado así, pero es lo que ha venido a decir.
Me parece que, tras el análisis expresado unos segundos antes, sus palabras han salido como un verdadero exabrupto, como un decir sincero: "y ahora suelto lo que de verdad pienso, gentes que no comulgáis con el gobierno". Y rezuma verdad esa clasificación y esa valoración, sin más. Toda la finura anterior queda así, pisoteada, desde el simplismo y el maniqueísmo.
Y es que el tema de los aplausos se puede analizar de muchas maneras, como el de las caceroladas. O los crespones negros, o el todo va a salir bien con los arcoiris...No es tan fácil como establecer dos grandes grupos pero sí es muy revelador que, quiénes se dicen de izquierdas, quiénes propugnan la libertad de expresión, el derecho a disentir, el desarrollo del sentido crítico, la igualdad y la verdad, por encima de dogmas, ahora vengan con estos postulados tan curiosos, con estas llamadas a la unidad, es decir, al silencio, al control absoluto de la información, y a la parte positiva, que la hay, de este grave conflicto que estamos viviendo.
Me parece inaceptable esta actitud de autoritarismo y negación de las libertades más elementales. No tengo porqué estar de acuerdo con nadie, si no lo considero oportuno, en un llamado Estado de Derecho, sin que eso suponga que nadie, osea, aboslutamente nadie, tenga el derecho a señalarme, a marcarme, a estigmatizarme...
La gente, con una pandemia por coronavirus y unas medidas políticas tomadas por un gobierno legítimo, tiene el derecho legítimo a expresarse como quiera. Es decir, se puede aplaudir, cantar, bailar, tocar un instrumento o golpear una sartén...Y eso no es ideología, o no tiene necesariamente que serlo. Pero si lo fuera, bienvenida la ideología, el derecho y la capacidad y la valentía para disentir. Eso no es volver al pasado ni querer lo peor.
Y ahora, la persona que ha perdido a un ser querido, por ejemplo, precisamente por alguna de las malas, nefastas, inhumanas...prácticas que se han podido producir durante estos dos días...¿debe aplaudir a las ocho? Si has sufrido una enfermedad con cierta gravedad, y tu doctora te ha atendido por correo electrónico, porque la clínica que te correspondía es privada -eso no es culpa tuya, supongo-y cerró, ¿estás obligado a aplaudir? ¿Las personas que pensaban que las medidas de confinamiento se deberían haber tomado mucho antes son retrógradas? ¿están siendo injustas? ¿deben apoyar sin fisuras al gobierno? Las personas que, día a día, han visto cómo el gobierno decía una cosa y al día siguiente la contraria, ¿no puede manifestar su disgusto?
La situación ha sido y sigue siéndo muy compleja. Con seguridad se han cometido errores como los habría cometido cualquier otro presidente o partido en el poder. Pero esa no es la cuestión. Yo escuché una duda a una persona sin estudios que decía que en países más avanzados que el nuestro las cosas iban mejor, y que en otro, vecino, supuestamente más atrasado que España, también iban mejor. ¿Es sosprechoso de algo pensar así?
La situación ha sido y sigue siéndo muy compleja. Con seguridad se han cometido errores como los habría cometido cualquier otro presidente o partido en el poder. Pero esa no es la cuestión. Yo escuché una duda a una persona sin estudios que decía que en países más avanzados que el nuestro las cosas iban mejor, y que en otro, vecino, supuestamente más atrasado que España, también iban mejor. ¿Es sosprechoso de algo pensar así?
Y para terminar esta pequeña carta de un ciudadano a un filósofo, le hago otras preguntas. ¿Si hubiera sido al revés pensaría usted lo mismo de las caceroladas? Es decir, si estuviera el gobierno de España en manos del Partido Popular ¿opinaría lo mismo? ¿Estarían justificadas estas llamadas a la unidad, al silencio, al apoyo incondicional? Me temo que no.
En fin, una pena haber estropeado con tan pocas palabras una brillante intervención radiofónica.
El programa ha tenido lugar en Radio Nacional de España entre las 11 y las 12 de la mañana, sin que lo sepa precisar.
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