Hace unos días comenzaron a llegar las aguas del río Tajo, otra vez, a la cuenca del río Guadiana, concretamente al parque nacional de las Tablas de Daimiel y Villarrubia de los Ojos. Sorprende que tratándose de un espacio natural protegido, con la máxima categoría se le pueda hacer llegar agua desde otra cuenca hidrográfica contraviniendo toda la lógica y con múltiples efectos negativos.
No menos llamativo es que esas tres mil hectáreas completamente llanas y que deberían estar encharcadas de forma natural se encuentren secas, rodeadas de cultivos que se riegan a diario para producir, fundamentalmente, frutos excedentarios que, en ocasiones, se tiran para mantener los precios en eso que llamamos mercado (y que tal vez merecería otra denominación) o se queman, como en el caso del vino, para eliminar excedentes, a un coste económico más alto de lo normal y con subvenciones.
Está demostrado científicamente que los trasvases aumentan la sequía de las cuencas receptoras (¡no, no es un error!) así como la contaminación y otros impactos negativos ambientales y sociales, por no hablar del alto coste económico que pagamos entre toda la población, y del que no se nos informa.
Pero, es más, ¿qué sentido tiene enviar esos hectómetros cúbicos de agua en pleno verano?¿porqué no se han bombeado del acuífero, si verdaderamente tanta falta hacían? ¿No es una forma de incentivar el regadío circundante? ¿no se lanza un mensaje equivocado a los regantes? ¿No se está enmascarando ese apoyo a los regantes, camuflado en forma de conservación de la Naturaleza?
A los cuatro o cinco días de iniciarse la derivación del agua del Tajo al Guadiana escucho una conversación en un bar de Villarrubia de los Ojos. Habla un agricultor con varias personas. Todos están de acuerdo en que el agua es vida pero, cuando un empresario del sector vitivinícola dice que el acuífero 23 está sobrexplotado recibe una respuesta curiosa, basada no sólo en su experiencia como regante con varios pozos sino en lo afirmado por un hidrogeólogo en un acto público organizado por una cooperativa villarrubiera "El Progreso" hace unas semanas. Concretamente se refería esta persona al hidrogeólogo Francisco Turrión. Entre otras cosas dijo que se nos escondía la existencia de aguas subterráneas.
Además de algunas afirmaciones muy llamativas, atribuidas a este conferenciante, el agricultor afirma que hay mucha agua no sólo en un acuífero que se encuentra por debajo del ya mencionado sino que en los pozos en un radio de diez o quince kilómetros el nivel estaría entre los doce y los dieciséis metros de profundidad. Y tan seguro está ante las dudas de sus sorprendidos compañeros de cañas, que se ofrece a llevarlos en ese mismo momento, cosa que no hacen, permaneciendo con su conversación.
La utilización política que se ha venido haciendo desde más de cuarenta años de conceptos y realidades como los trasvases de agua hacen que sea muy difícil trasladar una idea medianamente razonable y razonada basada en criterios científicos. Los medios de comunicación no ayudan, el sistema educativo, tampoco y el mundo del Arte, en todas sus facetas, parece no estar interesado o no querer arriesgar en temas con tantas aristas y tan polémicos. Mientras, las falacias se expanden, como las aguas del Tajo por el cauce seco del Guadiana, y la llamada Nueva Ética del Agua sigue siendo una perfecta desconocida a la que nadie espera ni por curiosidad.
Por cierto, y con todo respeto, de este hidrogeólogo, Luis Francisco Turrión Peláez, no aparece ninguna publicación relacionada con las aguas subterráneas ni su gestión en el portal Dialnet sino de un tema más mineralógico. Es posible que haya publicado trabajos científicos y que no se hayan recogido todavía en este importante portal bibliográfico. Lo lógico sería que siendo hidrogeólogo tuviera varias -o abundantes- publicaciones consideradas como científicas sobre Hidrogeología, pero insisto, quizás se encuentren en otros portales.
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