Son las once y media de la mañana y oigo a unas vecinas hablar en la calle. De fondo, al cabo de unos minutos, me parece oír grullas. Me acerco al balcón y abro. Efectivamente, son grullas (Grus grus). Corro a la azotea y empiezo a buscarlas, ya con la cámara de fotos en las manos. Por allí vienen, en formación que, enseguida, se convierte en desordenados círculos. Y siguen llegando "uves" y más letras, con su curioso graznido. Está la mañana fresca y soleada y son cientos las que cruzan el casco urbano de Villarrubia de los Ojos. Del Oeste parecen enebrar hacia el Norte, pero los edificios no me dejan ver bien su trayectoria.
Vienen hacia nosotros otras barras más y nos sobrevuelan, con sus voces. Quiero pensar que son augurio del buen tiempo y de la tan deseada y necesaria Paz en Ucrania. Mi buen amigo Julio me contó precisamente una historia de origen ruso sobre las grullas. De no muy lejos de allí, de Estonia, nos visitan grullas cada año. Véase este relato sobre un ejemplar visto en El Torno.
Ojalá allí también reciban el mensaje de la concordia y de ese mundo sin fronteras, como en el que habitan estas aves.
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