Sobre el alcalde de
Villarrubia de los Ojos de 1902-1903, don Bernardo Marín del Campo Peñalver.
Francisco Zamora Soria, 10
septiembre de 2024.
Los años finales del siglo XIX y
los primeros del XX fueron especialmente difíciles. La llamada crisis del 98 se
extendió durante algunos años. Por encontrarme redactando un artículo sobre
Villarrubia de los Ojos en 1903, dado que había conseguido unos datos de un
anuario que me parecieron muy interesantes y descriptivos decidí contrastarlos
y enriquecerlos con la información que pudiera conseguir del Archivo Municipal
del municipio. Centré mi atención en 1903. No sabía que el alcalde hubiera sido
don Bernardo Marín del Campo, cuya casa en la plaza de la Constitución supuso
una breve pero intensa e interesante pugna entre un grupo de vecinas y vecinos
y el ayuntamiento, dado que se había iniciado el proceso de demolición de la
misma y muchas personas, incluyendo técnicos y expertos de diferentes
instituciones y más de mil personas, pensábamos que se debería conservar como
bien de Interés Cultural por sus altos valores arquitectónicos, artísticos y
urbanísticos.
Seis horas después de que se
iniciara el derribo, a las seis de la mañana, la Comisión Provincial de
Patrimonio declaraba la protección de la finca urbana, que ya estaba en el
suelo. Esa casa era conocida por buena parte del municipio como “la casa de don
Bernardo”. También había quiénes la nombraban como “la casa de las Otilias”, en
referencia a las últimas propietarias. De manera que al ver este nombre mi
interés se acrecentó y presté una atención especial a su gestión.
Había accedido al cargo en 1902 y
para 1904 ya había sido sustituido por don Vicente Sánchez de Milla
López-Pintado.
Don Bernardo había nacido en
Mora, Toledo, en 1874 (la fecha necesita ser confirmada documentalmente). Se
casó con una villarrubiera, doña María Felipa Díaz, y no tuvieron hijos.
En los dos años escasos que
estuvo como alcalde se refleja ese ambiente de tensión y conflictos políticos
municipales para los que no tenemos, por el momento, explicación. Lo cierto es
que varios concejales siguieron a uno de ellos, don Lucio Villegas, que
presentó su dimisión por “…el abandono de sus autoridades y asuntos…”. Le
siguieron don Vicente Redondo, don Manuel Antonio Ortiz, don Jesús
Fernández-Bravo y don Candelas Guijarro. El ayuntamiento no admitió la dimisión
por no ser causa justificada como sufrir una enfermedad. Los cinco ediles
elevaron un recurso de alzada. No está de más recordar que don Bernardo era
abogado. En el pleno siguiente no se pudo tomar decisión alguna al respecto por
el escaso número de concejales presentes. El recurso fue contestado por don
Bernardo en sentido negativo.
Durante el período que estuvo al
frente del ayuntamiento don Bernardo solicitó varios permisos para tratar
asuntos personales en Madrid y por enfermedad. Es posible que fuera esa la
causa de la actitud de los concejales dimisionarios, pero no se especifica.
Fueron muchos los temas que se
fueron abordando en esos dos años de gestión y los problemas no paraban de
llegar, con peticiones de todo tipo, quejas y las cuestiones administrativas y
burocráticas correspondientes. Por ejemplo, se tuvo que afrontar, una vez más,
una plaga de langosta. La forma de extinguirla era rociando gasolina y la
formación de una trocha de sesenta metros “para conseguir la destrucción de la
langosta” con obradas de yuntas. Un método tan peligroso como ir rellenando una
regadera con gasolina que venía envasada en latas para irla derramando supuso
que el hijo del responsable de los trabajos, de quince años, resultara con
quemaduras, por lo que el padre pedía una ayuda económica para el tratamiento
médico.
Entre otros asuntos se repararon
las fuentes de la calle Verde y la de la Calle Grande o la cuneta de la calle
de la Soledad, se compró material escolar y se hablaba de la deuda del mismo
para la “educación de adultos” de 1902. Se creó una comisión mixta para
organizar las fiestas patronales, en la que estaban invitados a participar los
responsables de los dos casinos, llamados como “sociedades de recreo”: El
Círculo de la Unión”, que todavía existe, y el “Círculo de la Amistad”. El
primero declinó el ofrecimiento. Se repararon las maderas de la torre del
reloj, se retiraron basuras en el camino de la Puente del Conde y se aportó
dinero para el monumento al recientemente fallecido don Práxedes Mateo Sagasta,
que había sido, junto con don Antonio Cánovas del Castillo uno de los artífices
de la Restauración borbónica y varias veces presidente del Consejo de
Ministros.
También se abordó la rotura de la
cibanca del río Gigüela con el consiguiente daño a los cultivos, ya a punto de
recolectarse, en el sitio del Horcajo, aguas arriba de la carretera de
Villarrubia de los Ojos a Daimiel, y el arreglo de la compuerta de la Fuente de
las Pozas y la limpieza de la zanja que conducía el agua.
Cada cierto tiempo se producían
solicitudes de pagas por jubilación de diferentes trabajadores, como algunos
maestros, o las quejas por la insuficiencia del sueldo para conseguir una
habitación decente. En ese tiempo otros funcionarios y concejales pidieron la
baja médica, incluyéndolo a él, de manera que lo sustituyeron don José
Simancas, don Juan Galán y don Jesús Fernández- Bravo. Hubo también un problema
que llegó a los juzgados, recibiéndose una comunicación del rey. Se había
producido un enfrentamiento entre el secretario del ayuntamiento y el notario
ya que el primero, se decía, había impedido el acceso al ayuntamiento al
segundo.
Las ayudas de beneficencia para
diferentes peticionarios y los tratamientos médicos eran, también, frecuentes
así como la adjudicación de presupuesto para vacunas de determinadas
enfermedades como la tuberculosis.
Fueron más los asuntos tratados y
solo con la lectura de las actas municipales se percibe las dificultades de
esos años y del alcalde, incluyendo problemas de salud. No parece que los
concejales, al menos a partir de determinado momento -septiembre de 1903-
colaborasen de buen grado con la gestión.
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