domingo, 2 de enero de 2022

Gastrotontería y concursos.

 La gastronomía es el arte de hacer buenas comidas, el gusto por el buen comer o las comidas características de un lugar, según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Pero, desde hace ya demasiado tiempo, la gastronomía se ha convertido en todo un espectáculo mediático, económico, empresarial y social. Esa forma diferente de ver lo que era una parte cotidiana de nuestras vidas está trascendiendo esos ámbitos y se nos está metiendo en nuestras casas, en nuestras familias y hasta en nuestras formas de comportarnos y sentir. 

Cuando digo que la gastronomía se ha convertido en un espectáculo mediático me refiero, sobre todo, a la televisión, aunque también a otros medios. Nunca hemos tenido tantos programas de cocina ni tantos concursos. A mí me parece un espectáculo que dice muy poco de nuestra sociedad, de nuestra cultura, de nuestro nivel educativo desde un punto de vista más relacionado con el verdadero conocimiento y con los valores humanos que con la adquisición de vocabulario y técnicas de preparación de comidas.

Desde aquel primer programa televisivo, que yo recuerde, de la extraordinaria Elena Santonja, con música de las insuperadas "Vainica doble" hemos ido viendo, aunque sea a ratos, un sinfín de programas de todo tipo hasta que, penosamente, llegaron los concursos, por cierto siempre con nombres foráneos (¡qué casualidad!)

Y es que, algo tan importante y hasta trascendente como la comida se ha vanalizado y mercantilizado. No se ve la comida -un acto diario de todas y todos-como algo que tiene tanto que ver con nuestra vida y con nuestra salud física y mental. Parece cómo si tampoco tuviera relación con los graves problemas ambientales, con la pérdida de determinados productos alimenticios que sucumben ante este sistema de consumo en masa uniformizador y globalizador. Ni se enfocan estas cuestiones con otros graves impactos ambientales y humanos, cercanos o lejanos ni con los fuertes desequilibrios mundiales que se están generando.

Cocinar, comer u observar...de cara a la galería no tiene nada que ver con la gastronomía. El goteo, el chorreo, el bombardeo es diario. A cualquier hora y en cualquier sitio puedes ver estas escenas en las que se nos invita, groseramente, sencillamente, a consumir. Cocinar se ha convertido en algo de personas encumbradas de las que, en realidad, no sabemos si comen sopa con la receta de su madre a diario o exquisitos manjares de nombres impronunciables. Curioso que en un país en el que quiénes venían cocinando de forma callada y muy eficiente eran las mujeres (me temo que sigue siendo así) la fama se la lleven un puñado de hombres, con alguna excepción, más el famoseo de siempre, que lo mismo cocina, concursa aportando sus grandes conocimientos enciclopédicos o son entrevistados/as hasta la saciedad para hablar, incluso, de política o de Historia.

Cocineros, aventureros o periodistas de diferentes países recorren el mundo y nos muestran esas otras formas de cocinar. Concursos de dudable gusto y muy muy contestable trato respetuoso a los concursantes -que es lo mismo que decir hacia la audiencia- triunfan y calan. Se genera una quiebra, de alguna manera, en nuestras concepciones culinarias. Y nuestras vidas cambian, sin apenas darnos cuenta. Proliferan todo tipo de negocios basados en este nuevo concepto: bares y restaurantes con apelativo "gastro" o "gourmet" o "delicatesen" florecen como si hubieran descubierto la pólvora.

No hay, socialmente, y hasta dónde yo conozco, una respuesta suficientemente visible y sólida, a este fenómeno. Cierto es que muchos profesionales también están optando por los alimentos tradicionales, de calidad, por los platos típicos, pero son los menos.

Desde luego cocinar es algo mucho más importante que "eso" que aparece en la televisión. Tan importante es como que comemos varias veces todos los días. Comer sano, ambiental y socialmente, también, es posible. Nuestra cacareada dieta mediterránea se ve atacada por tanta gastrotontería.







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