Hace unos días tuve que acudir al cajero automático de mi entidad bancaria, Unicaja, en Villarrubia de los Ojos, Ciudad Real. Era de noche y, al llegar, entré en el vestíbulo en el que se encuentra el cajero. Estaba apagado y supuse que se trataba de una avería. Me fuí a otro y tuve que pagar una comisión, a mi juicio, abusiva. Como no suelo hacerlo no lo sé calibrar pero para sacar veinte euros tuve que pagar un euro con noventa.
Al día siguiente, pensando que estaría resuelto el problema, vuelvo, también de noche. La misma situación y a pagar comisión. Y ya al tercer día, lunes, lo intento otra vez, pero de día. Sigue igual el cajero.
-No importa, -pensé- paso y saco dinero, aunque estamos a primeros y...
Pero la puerta de acceso a la oficina estaba cerrada. Leo, en ese momento, un cartel a tamaño Din-A4 en el que se explica que, desde mediados del mes anterior, esa oficina está cerrada y se ha trasladado a tal banco en tal dirección...¡Acabáramos! En ese momento entiendo lo que me ha ocurrido pero no esa forma de proceder de no cerrar la puerta ni de señalizar de forma más eficiente el cierre.
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