Se dice que "hablando se entiende la gente." Es un decir. En realidad depende de lo que entendamos por "hablar" y por "entender", valga la redundancia. Yo personalmente no creo que sea tan fácil. Es más, solemos decir que una persona habla muy bien cuando reconocemos esa capacidad o facilidad comunicativa. Lo que viene a decir que la inmensa mayoría no lo hacemos bien. En un sentido diferente tenemos la expresión "mal hablado" para referirnos al hábito de soltar tacos y blasfemias.
Cuando estudiamos en el colegio y en el instituto aprendemos que hay cinco funciones en el lenguaje humano y, tras una breve búsqueda leo que se considera que son seis. Lo cierto es que me resulta sorprendente lo difícil que es o puede llegar a ser hablar y entenderse. Y en ese entenderse incluyo acabar una conversación con la sensación de haber comprendido y haber sido, igualmente, comprendido que, a su vez, supone, o debe suponer, el más escrupuloso de los respetos por ambas partes.
Lo que podríamos decir que es muy fácil, analizado detenidamente, no lo es. Los obstáculos son muy abundantes y en ocasiones casi insalvables. Y es que lo que queremos y esperamos cada ser humano es diferente. Sí me parece evidente que la mayoría tenemos esa necesidad de comunicación. Recuerdo un texto leído, quizás de Borges, pero no estoy seguro, en el que dos personas que viven solos en una isla, o algo así, se reúnen cada cierto tiempo, para hablar, cada uno en su idioma, sin entender absolutamente nada.
A veces las conversaciones, las charlas, los diálogos son eso. Pensemos en los temas que pueden ser más o menos interesantes, repetidos, incomprensibles, detestables, molestos, hirientes... Pensemos en las formas de hablar. Por ejemplo, demasiado lentas o rápidas, o con tonos que no nos parecen los adecuados, o con retintín, o con soberbia, o con desprecio, o con insultos -sean grandes o chicos, insultos-, o con mentiras, o con verdades a medias, o con blasfemias, o con toques incluso corporales para mantener la atención, o con cambios de tema constantes, o con desvío de la atención y del tema, o con ridiculizaciones y señalamientos y burlas, o con ...¡son tantos detalles!
Generalmente se "triunfa" o simplemente se "supera" la prueba con la paciencia y con el difícil y cada día más escaso arte de escuchar. Es curioso y chocante que nuestra legislación educativa ha mantenido que debe priorizarse el lenguaje oral al escrito pero la realidad y la experiencia nos dice que se suele hacer al contrario. Y los actuales sistemas tecnológicos que nos permiten hablar, grabarnos, compartir, escribir, ver, escuchar, leer en cualquier momento no están suponiendo precisamente una ventaja sino un inconveniente añadido. Vemos lo que ocurre en la televisión, en general y en las redes sociales y el espectáculo es, como mínimo, penoso.
Tendremos que seguir esforzándonos en hacerlo cada día mejor y en seguir aprendiendo si de verdad queremos entendernos. Y, como decía Casimiro Soriano, un sabio que tuve la suerte de conocer, natural de Villarrubia de los Ojos, Ciudad Real, España: "lo que yo diga que no valga".
Excelente articulo. Tú, si eres un maestro hablando, y sabes escuchar...
ResponderEliminarGracias. Aprendiz más que maestro.
ResponderEliminar