lunes, 29 de marzo de 2021

¿Debemos acatar lo que nos dicen los bancos?

 Hoy me he llevado una desagradable sorpresa. Parece ser que el servicio de caja se cierra todos los días a las once de la mañana. Según me han dicho en el Banco de Santander, en Piedrabuena, Ciudad Real. Es una medida que lleva ya casi un año y que han tomado casi todos los bancos españoles, según me dicen. De manera que no se puede retirar dinero ni ingresarlo a partir de esa hora. Lo que te recomiendan, o casi obligan, es a tener una tarjeta de crédito, aunque no la necesites.

Es curioso cómo en unos años hemos pasado de tener oficinas bancarias en todos los pueblos de España, a la situación actual en la que el cierre es la tendencia. Además, de poder ser atendido de ocho a tres, de lunes a viernes, ahora nos encontramos con que el horario se ha restringido muy considerablemente. De ocho y media a once, en el Santander. Es decir, el recorte del servicio es superior al cincuenta por ciento. Y la alternativa es, para algunas personas, inaceptable. 

Yo no quiero contribuir a este proceso que supone un empeoramiento del servicio que venían ofreciendo, que conlleva, por supuesto, impactos sociales, económicos y territoriales que no parecen ser tenidos en cuenta.

Por supuesto, tampoco se puede entrar en las oficinas para sacar cantidades inferiores a nosecuantos euros y los días de pagos de impuestos, recibos, multas se restringen igualmente, por ejemplo, los martes y jueves de tal a tal hora.

Y así nos va luciendo el pelo. Podemos usar el cajero y operar por internet. Podemos seguir, sobre todo, obedeciendo a estas grandes no, gigantescas, empresas a las que poco importa el empleo, la presencia de oficinas en los miles de pueblos españoles que siguen perdiendo población ni a la pérdida del trato humano y humanizante. Porque un cajero no es lo mismo que ser atendido por un profesional que te saluda, conoce, ayuda, informa y muchas veces te escucha, sonríe y te da un trato humano. 

Yo, por mi parte, renuncio a la supuesta ventaja o ganancia económica que me aseguran al contratar una tarjeta. ¿Veinticuatro horas de servicio, 365 días al año? No, gracias. Yo quiero que me atienda una persona, no una máquina. No necesito sacar dinero a las tres de la noche. Gracias por tan extraordinario despliegue tecnológico. 

Me pregunto cuánto vamos a aguantar y a callar. El gobierno, nuestros gobiernos, están tan preocupados por otros temas, que no parece que hagan nada al respecto. 

El médico me atiende por teléfono, como la Guardia Civil, el ayuntamiento, las diferentes administraciones... En el Banco quieren mi dinero, pero también sin mi presencia. Nos prohíben reunirnos, no vaya a ser que hablemos de temas que nos preocupan e importan. Claro, es una buena forma de luchar contra la pandemia, si no fuera porque otros colectivos como el de la enseñanza sí están atendiendo a diario, en persona, a decenas de alumnos y alumnas, madres y padres.

Lo que más me tranquiliza no es tanto el "mal de muchos" sino que el director del banco me ha dicho, con sinceridad y convencimiento, que "eso sí, usted tiene derecho a pensar lo que quiera". Me siento mucho mejor. Por cierto, tampoco se puede eliminar una cuenta bancaria, salvo que se vaya de ocho y media a once.

Y, aunque la Guardia Civil, la Justicia, otros organismos e instituciones y empresas reconocen que el carnet de conducir es válido para identificrse, en el Santander, no. O se va con el DNI o no te atienden. No vaya a ser que, un cliente de diez años de trayectoria, haya hecho una falsificación para sacar el dinero de su propia cuenta.

Ahora entiendo la conversación que escuché la semana pasada en un bar, a dos hombres de algo más de sesenta años. Ambos decían no confiar ni en los políticos ni en los bancos. Comentaban que tenían el dinero debajo de la baldosa, como toda la vida.

Lo dicho, podemos seguir guardando silencio, no vaya a ser que se enfaden los grandes bancos y nos retiren la publicidad de deportistas como Rafa Nadal o Fernando Alonso. ¡Eso sí es calidad! Y no atender a la gente a las once y media o a las dos y diez. ¡Qué me habré creído yo! ¡Hay que ir con los tiempos!

viernes, 26 de marzo de 2021

Llega la Semana Santa de este 2021, medio confinados por el Covid-19.

 Llega la Semana Santa de este 2021, medio confinados por el Covid-19. Ya es el segundo año que no podremos ni vivirla ni viajar. Además, la Consejería de Educación, en Castilla-La Mancha, nos ha quitado un día de vacaciones, dado que al inicio del trimestre, la misma Consejería, suspendió el inicio del curso por las condiciones climatológicas adversas por la borrasca Filomena y, también, creo yo, por la segunda o tercera ola.

No viviremos las procesiones ni los oficios ni visitaremos los monumentos (creo que se llama así) pero sentiremos algo muy intenso y personal. Nos transportaremos a lo más íntimo de nuestra fé y de nuestra infancia. Iremos, sin darnos cuenta, a las iglesias y capillas, a páginas de libros de religión, al Nuevo Testamento, a las homilías y a las vivencias de nuestras vidas.

Supongo que es incomprensible o incompartible para muchas personas. Ayer escuché decir a una persona que no le gustaban las procesiones, que le producían un bajón. A otra que las cornetas y tambores son horrorosas. Sin embargo, también escuché decir que eran preciosas, impresionates y con mucho sentimiento.

A mí, estos años pasados, me ha dolido que se hayan producido manifestaciones contra la Semana Santa. No he entendido ni la permiosividad ni la publicidad que se le dió. Estoy firmemente convencido de la importancia del respeto en todos los aspectos de la vida. Pero dicho esto, tampoco soy partidario de una excesiva presencia en los llamados medios de comunicación social ni en la vida cotidiana. No estoy de acuerdo con cierta tendencia, creciente a mi juicio, de meter las procesiones hasta en la sopa, por decirlo de forma sencilla. También pienso que en algunos pueblos de Ciudad Real se han vivido cambios muy importantes que han supuesto una "andalucización" de nuestra Semana Santa.

Lo cierto es que este período del año es algo más intenso religiosamente hablando y el hecho de tener estas limitaciones hace que nos resulte más difícil.




Procesión de "armaos" en Almagro, Ciudad Real. 2018.


Primer día de temperaturas moderadamente altas, dos erizos atropellados en Ciudad Real.

 El pasado martes, 23 de marzo de 2021, recién estrenada la primavera, y en pleno Día Mundial del Agua, subieron las temperaturas. Unos veintidós o veintitrés grados nos alegraron el día. Al día siguiente pude ver dos erizos atropellados en la carretera Nacional-430, ya en el término municipal de Ciudad Real.

Las amapolas ya destelleaban en las cunetas y un amigo me contó que había visto también la primera culebra atropellada de este año.

Los erizos son esos seres tan curiosos que viven muy cerca pero que no nos resultan visibles. Yo los he visto dentro del recinto de un hospital, en Ciudad Real, concretamente en la antigua Clínica Coreysa. Y estos días me contaron que vieron un ejemplar en el patio de mi colegio, el "Alcalde José Maestro", también de Ciudad Real, hace ya unos años.

Esta fotografía la hice el año 1987 o 1988, con una cámara analógica, creo que Konica P-30. La he reproducido con la cámara Leica de mi teléfono Huawei. En aquella época, como desde que era pequeño, yo quería ser naturalista, zoólogo y, sobre todo, fotógrafo de la Naturaleza.

¿A qué llamamos monstruo en la Europa de 2021?

 Ya he escrito algunas veces sobre la dificultad que entraña escribir sin ser malinterpretado y de como, las palabras, a fuerza de su aparente maleabilidad, se convierten en algo que no tiene un valor concreto ni objetivo. Es como si una moneda, el euro, el dólar, la libra esterlina, pudieran variar su valor y precio dependiendo de quién las utilice.

De manera que me ha surgido la duda. ¿Qué significa, en la Europa del año 2021 la palabra "monstruo" utilizada como insulto o calificativo de una supuesta acción negativa?.

Sabido es que se puede usar este vocablo en sentido cariñoso y como elogio. Pero, si te acusan de ser un monstruo ¿a qué se pueden referir?

Veamos. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su quinta acepción, monstruo es una "persona muy cruel y perversa".

Así, dos hermanos jóvenes, albañiles de profesión, a los que les gusta salir al campo a coger espárragos, a arreglar sus olivos, a pescar y cazar...¿merecen el calificativo de "monstruos"? Bueno, olvidaba mencionar un pequeño detalle. Les gustan los pájaros. Tienen canarios, periquitos y jilgueros en su pequeña casa familiar. Pero, sobre todo, tienen ¡dos pájaros! Es decir, tienen dos machos de perdiz roja (Alectoris rufa). Las cuidan, las observan y escuchan. Las sacan al campo. las admiran y, creo, las aman. Sí, las usan para cazar. Las llevan y traen, con cuidado y tiento. Ls cubren con un paño en las idas y venidas. Las aseguran con un hierro al suelo por si se las arrebata una rapaz. Si se lanzan a cantar gozan, aunque no consigan nada. Lo comentarán entre ellos, con su su padre, con su madre, con sus novias y amistades.

Sí, efectivamente, son monstruos, según algunas personas que hablan sin tener ni idea de lo que va el tema. Desconozco quién hace esas valoraciones tan poco acertadas ante un vídeo muy corto hecho por mí. Quién sabe si sus impactos negativos naturales y sociales son más graves que los de estos dos jóvenes amantes de la caza con pájaro. Quizás habría que hacer un estudio pormenorizado para averiguarlo.

Desde luego, la idea de "monstruo" dada a una persona que caza con perdiz, para lo que está cayendo, para lo que está pasando, en el mundo que nos ha tocado vivir, no parece ni medianamente justo. Yo pongo el telediario y veo que casi a diario mueren ahogadas varias personas que querían llegar a esta Europa en la que se cometen monstruosidades indecibles, como cazar con perdiz. Levanto un poco más la vista y veo que hay guerras espantosas a escasos kilómetros de distancia. Noticias de terrorismo, de hambre, de marginación. de violencia, nos golpean a diario.

No sé. Soy ecologista. Ya no estoy en ningún grupo, desde hace años. Sigo estudiando y defendiendo la Naturaleza, en la medida de mis posibilidades. Cometo errores y mi vida supone un impacto negativo en el planeta. Yo creo que por hacer unas fotos y un vídeo de una perdiz cantando en una jaula no soy un monstruo. Igualmente que esas personas que me llevaron a su casa a ver sus perdices, sus canarios, sus periquitos y jilgueros, no son monstruos. Me llevaron a ver sus sitios de espárragos y a explicarme cómo nunca cogen los que nacen en olivares y lindes tratadas con herbicidas. Yo creo que un mostruo es otra cosa. 

De manera que, aunque a mí una persona me desee una muerte similar a la de una perdiz abatida de un tiro, al ser atraída por el canto de un macho enjaulado, yo sólo deseo lo mejor a  a esa persona, con la recomendación de que reconsidere su ligereza al hacer esos comentarios. 

Por cierto, en España es legal, hasta dónde yo sé, cazar con perdiz.

El comentario que ha provocado este escrito ha sido realizado por  "Giuppijoy" en mi canal de "Youtube", parece ser que desde Italia. 

Giuppijoy, te dedico esta entrada.

Ciao e bona fortuna!


Siete dei mostri. Spero vi capiti la stessa sorte.

Mi respuesta:

Yo creo que no sabes nada de este tema de la caza con perdiz, que es legal, por cierto. Un monstruo es algo horroroso. Yo a tí te deseo todo lo mejor. Yo soy sólo el fotógrafo pero esas personas tampoco son monstruos, son gente normal y corriente. Con respeto te he dedicado una entrada en uno de mis blogs. https://losojuelos.blogspot.com/2021/03/a-que-llamaos-monstruo-en-la-europa-de.html Saludos Paco Zamora Soria

Bares. Todo un mundo. Un bar grande, ruidoso y desangelado.

 Desde pequeño, es decir, desde hace más de medio siglo, he estado yendo a bares. Para mí, los bares son algo muy importante, que forma parte de mi vida, de mi día a día. Desde hace tiempo vengo pensando en el tema. Me gusta pensar y darle vueltas al asunto. A veces lo hablo con familiares y amistades. Sé positivamente que no todo el mundo tiene las mismas percepciones que yo, afortunadamente.

No hablaré en esta ocasión, de los bares de mi infancia ni de mi adolescencia y juventud, sino de unas ideas muy generales, que deseo compartir y de uno en concreto que, curiosamente, puede ser reflejo de otros muchos. 

Por un lado pienso que la variedad de bares que hay en España es impresionante y que la evolución experimentada en los últimos cincuenta años es digna de estudio. En nada se parecen los pequeños estableciemientos de aldeas, pueblos, barrios periféricos y similares a los que fueron hechos con una importante inversión, por citar sólo uno de los factores.

Hace poco, por ejemplo, estuve en uno de esos bares grandes y un poco desangelados, a mi modesto entender, de una aldea. El ruido se convierte en uno de los principales actores no deseados. Y, en ese caso concreto, no era el producido por la cafetera chirriante al calentar el agua o la leche, ni por la trituadora del café, ni por las actuaciones estelares de clientes protagonistas de series interminables de vacuidades e improperios, exabruptos y blasfemias, o bravuconadas y relatos de nulo interés y gusto. No. La protagonista es la televisión, diana, centro de atención y dueña del espacio y tiempo.

Un par de perrillas descansan junto a una estufa de leña y a dos clientes de pocas palabras y ratos largos, como las copillas. Una pareja ha salido a la calle a fumarse un cigarro y darse unos picos, mientras la camarera mira a la tele y sirve unos cafés como quién se retira el flequillo.

Calendarios de tías en pelotas que anuncian excavaciones y servicios de calefacción, algún reloj enorme y horroroso de la marca de cerveza al uso, un billete enmarcado, recuerdo de las primeras cien calas que pagó alguien, dos o tres enchufes descolgados e hiper explotados, una barra larga con pequeña vitrina cristalera que amarillea. Unas tapas escasas y una cartulina, con una cuadrícula numerada que anuncia la próxima porra. Una foto de una virgen y un par de cuadros de paisajes al óleo de caballos al anochecer, espantosos y a juego con el amontonamiento de cajas de las bebidas de ese mes.

Del servicio hoy no hablamos. Los precios son bajos. Pero, ojo, un amigo nos advierte. Los fines de semana, a medio día, se tapea que da gusto. Es cuando viene to el mundo. A esas horas están la Mari y el dueño. Es otro lugar. Nada que ver. Recuerda a los viejos tiempos, cuando lo abrieron y fue el campanazo. No había otro bar así, no le hacían la competencia más que dos o tres despachos o tabernillas. Las raciones eran la gran atracción, la música, las bebidas espumosas de marcas coloridas y, un poco, la novedad. Máquinas, futbolines, billar, dados, dardos, cartas, música a la carta...

Pero la gente se empezó a ir y todo cambió. Varios traspasos y algún cierre. Crisis y cambios. Un bar grande, desangelado, de barriles y cajas en la puerta, luminoso roto, y más abandono que otra cosa. Árbol sin podar que fructifica poco. Espejo sin memoria, memoria sin espejo. Pasado próximo.  Un bar de los muchos miles de esta España nuestra.

lunes, 15 de marzo de 2021

La pastelería de Sinfo, de Villarrubia de los Ojos, hace ya unos cincuenta años...

 Ayer pasé delante de lo que fue "la Pastelería de Sinfo", en Villarrubia de los Ojos, Ciudad Real.

Hice algunas fotografías con el móvil y hoy, al verlas, me he puesto a recordar. Creo que hace unos cincuenta años desde que la cerraron, pero tendré que informarme preguntando a alguna de sus hijas.

Sinfo era como llamaba todo el mundo a Sinforoso Román Merino. Me vienen a la mente algunas imágenes de esa tienda cargada de magia y deseo. Había un mostrador de cristal en el que se exhibían los dulces. En especial me llamaban la atención los merengues y los mojicones. A un miembro de mi familia le encantaban. Era casi una obligación pasar por allí los domingos, después de misa, a comprar algo.

Es muy poco más lo que puedo añadir. Que Sinfo era muy buen pastelero, que además era amigo de mi padre y que lo recuerdo sentado, en la puerta de su casa, siempre con una sonrisa y dispuesto a saludar. Quizás que con su cierre muchos nos quedamos sin algo muy importante de nuestra infancia y que echamos de menos durante años ese establecimiento. Y que aquellos merengues eran una verdadera delicia que nos hacían muy felices los domingos por la mañana.







martes, 9 de marzo de 2021

La exposición "JazzFotos" de Jaume Jové Calzada será inaugurada el próximo viernes, 12 de marzo de 2021, en el Canguro Violeta de Piedrabuena, Ciudad Real.

 La exposición "JazzFotos" de Jaume Jové Calzada será inaugurada el próximo viernes, 12 de marzo de 2021, en el Canguro Violeta de Piedrabuena, Ciudad Real.

Se trata de la primera exposición de Jaume Jové así como de la primera del Canguro Violeta, después de esta tercera ola de la pandemia por COVID-19. 

Jaume Jové Calzada ha conseguido varios premios en concursos fotográficos y tiene un especial interés en captar imágenes en conciertos de Jazz.