lunes, 16 de enero de 2017

A Nicolás del Hierro Palomo, poeta, desde muy cerca del río Bullaque...

Llegó enero y se llevó por delante a Nicolás del Hierro. Iba conduciendo cuando oí la triste noticia en la radio. Recordé como lo descubrí. Estaba colocando libros de una estantería en mi recién estrenado destino, un pequeño colegio, el de Anchuras. Abrí un libro y me puse a leer. Era "Toda la soledad es tuya". No conocía al autor. Seguí colocando libros pero ese lo dejé encima de mi mesa. Me resultaba curioso el poder de evocación que despertaban en mí esas páginas abiertas al azar. Me era familiar. Me parecía que algunas vivencias y sentimientos eran también míos. Se lo conté a los pocos días a una compañera y me dijo que era de su pueblo, Piedrabuena, que lo conocía -ella era la concejala de Cultura- y era amigo suyo. Esa compañera de trabajo era Pilar Sánchez Fernández, hoy, mi mujer. 
Ya en verano estábamos preparando los actos reivindicativos contra el Campo de Tiro de Anchuras y llegó Nicolás con su esposa, Ana, uno de sus hijos, su nuera y su nieto. 
Estuvimos tomando algo y hablando. A los pocos días Nicolás publicó un artículo en el diario Lanza sobre su "viaje a la Anchuras amenazada" (creo que el título era así). Me hizo mucha ilusión porque me nombraba, era la primera vez en mi vida que me pasaba algo así. Pero lo más importante era que aquel poeta había tenido el valor de publicar un artículo en un periódico provincial de titularidad pública, en manos del PSOE, a favor del pueblo de Anchuras y su lucha pacífica en tiempos muy, muy difíciles para ese pequeño municipio al que, de alguna manera (o de muchas) se le estaba haciendo la vida imposible desde diferentes administraciones y desde el poder político y mediático. 
Después empezamos a conocernos y colaboramos en algunos proyectos. Nicolás siempre estaba dispuesto a escribir. a colaborar, a aportar. Así, por ejemplo, salió adelante el libro "Poesía para salvar ríos", también con la coordinación de su buen amigo y poeta Francisco Caro Sierra. A mi juicio fue y es un pequeño gran libro. Sin su compromiso no creo que hubiera salido adelante.
Pasados unos años coordiné un libro sobre la Historia del Ecologismo en la provincia de Ciudad Real. Nicolás aceptó la propuesta y, si la memoria no me falla, de los doce autores y autoras, fue el primero en aportar su trabajo, ciñéndose escrupulosamente a las normas y abonando la cantidad de dinero requerida para la autopublicación. El libro tardó un tiempo en ver la luz y lo hizo gracias particularmente al geógrafo, profesor y catedrático de la Escuela Universitaria de Magisterio de Ciudad Real, Lorenzo Sánchez López.
Nicolás del Hierro Palomo había mostrado desde muy pronto su compromiso con el entorno privilegiado de su pueblo natal, Piedrabuena y con el de espacios naturales como la Tabla de la Yedra, en el río Bullaque. En más de una ocasión me habló de sus primeros artículos de defensa del río y de denuncia de los impactos que se producían. Su sensibilidad no era puramente literaria -que ya de por sí tendría su valor- sino que llegaba al día a día, a la realidad, a la toma de partido y al posicionamiento personal frente a un ambiente socio-político muy adverso.

De Nicolás del Hierro bebimos literariamente muchas personas y, en particular, ecologistas, amantes de la Naturaleza, profesores de todos los niveles e investigadores.
Tuve la suerte de haber conocido a Nicolás del Hierro y a Ana Cano y de haber compartido con ellos buenos ratos y algunos proyectos. Hace menos de dos meses, tras mucho tiempo sin habernos visto, avatares del destino, nos volvimos a encontrar.
En mi nuevo colegio se estaba preparando un acto, un pequeño homenaje a Nicolás del Hierro, como poeta de Piedrabuena. El curso anterior una profesora y también poetisa, Toñi Piqueras, había organizado un encuentro con los poetas piedrabueneros Francisco Caro y Nicolás del Hierro. Pero Nicolás no pudo asistir y el acto se tuvo que posponer.
Así, en noviembre de 2016, tuvimos la fortuna de disfrutar de su presencia en el Colegio Público "Luis Vives". Fue un acto sencillo. Los alumnos y alumnas recitaron poesías y redacciones y le hicieron preguntas. Él nos leyó un poema cargado de significación sobre, curiosamente, las golondrinas que tienen que marchar...
La alumnas y los alumnos habían preparado unos murales y todo el colegio durante unos días trabajó escolar y educativamente la figura y la obra de Nicolás del Hierro.
Hoy, al llegar al colegio, una alumna de siete años que escribió unas líneas voluntariamente para él, me ha preguntado que si había muerto Nicolás del Hierro. Después, ya en la clase de sexto de Educación Primaria, los alumnos y alumnas habían propuesto guardar un minuto de silencio en el recreo. Me ha parecido especialmente emotivo el silencio de tantos y tantas chicos y chicas. Se me han hecho eternos esos sesenta segundos pensando en lo que había ocurrido, clavándoseme el silencio. Me ha parecido increíble esa sensibilidad, ese respeto, ese sentir unánime y sin preparación alguna. Todo ha ocurrido en unos minutos. 
Después ha habido un aplauso y a empezar el recreo, a jugar.
Como dice el mural que hay en el colegio...Gracias, Nicolás, por lo mucho que nos has dado...








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