lunes, 23 de abril de 2018

La vida y la muerte en un charco.

Ya parece que han pasado las lluvias. En apenas un par de días de sol el charco, pequeño, se va quedando seco. La vida que pareció surgir de la nada se encamina muy deprisa hacia ese estado de profundo y quizás muy largo letargo. Los huevos o quistes de estos animales, anostráceos y ostrácodos, por ejemplo, están preparados para eso, para resistir períodos muy largos sin agua. Pero es más, como una estrategia entre otras, solo eclosionaran algunos ejemplares si volviera a llover.
Los renacuajos de sapo corredor, "Epidalea calamita", se van quedando en el barro, dando un toque negro y, quizás macabro. Si te acercas y todavía queda humedad, es posible que alguno se mueva e incluso aletee.
En un charco contiguo ya el fondo es todo un lienzo dispuesto a dejarse escribir. Ya firmó un ave de mediano tamaño. Unas hormigas se aventuran a buscar su botín.
Y mientras observo, el cielo se nubla un poco y pienso que, quizás, todo lo dicho no tenga mucho sentido, quizás se posponga y esos pequeños seres vivos consigan incluso ser longevos.
Mañana Dios dirá. Esta noche el registro vital se seguirá imprimiendo aunque también puede quedar anegado en unos minutos. Y mañana esas huellecillas de la vida que surge milagrosamente casi en cada rincón nos volverán a insuflar aliento e ilusión para seguir aprendiendo a leer en un abecedario muy, muy rico, que forma, a su vez, escritos preciosos.


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