domingo, 21 de junio de 2020

Mi cuaderno del coronavirus, 14: se van cayendo las hojas de muchos aplausos.

Se van cayendo las hojas de muchos aplausos. La conversación, entre amigas y amigos avanza. Salen los detalles, los sentimientos, las vivencias, y se va desdibujando una forma y gestando otra. La poderosa duda, la incertidumbre y hasta algunas sospechas se ciernen sobre cualquier mesa de un comedor, de una terraza, de un bar, de un restaurante. ¿Qué está pasando?¿Qué nos está pasando? Fulanito se ha ido, y, en teoría, no se puede salir. Hay muchas posibles causas. Hay gente que cumple las normas y gente que no. Sesenta euros son las clave. ¡Háztelo! Ese es el problema, que no me lo quiero hacer. Yo ya pago. ¿Curiosidad? No, es responsabilidad. Es sentido del deber. Es profesionalidad. Lo importante no es saber si lo has tenido sino si lo puedes seguir contagiando. Todo es cuestión de dinero. Y de organización. La verdad es la verdad. Y dos más dos son cuatro. Es complicado. Como todo. Claro, claro. Yo creo. Yo pienso. Yo me supongo. Yo me figuro. A mí me parece. Es que yo. Desde mi punto de vista. Yo he leído.Yo he visto. Me han dicho. Me contó, Dijeron. Parece ser. Ahora a ver qué tal nos comportamos. Eso, eso. La gente mayor. Los jóvenes. Los niños. ¡Madre mía! Pero se puede. No se puede. Lo suyo sería. Dentro de un par de meses. Cuando lleguen los fríos. Esto va pa´largo. Ya hay otro que ha mutado. Las casas. Los arquitectos ya están planteándose cómo hacer las cosas (casas) en el futuro. ¿Y los colegios? ¿Y los centros de salud? Palabras. Palabras. Palabras. Y las hojas van cayendo. Se deshoja la flor. La antesis ya no es ni un mero reflejo agostado por las preguntas sin respuestas. Los centros de salud siguen cerrados. Te atienden por teléfono. Teletrabajo. Y la gente que haya estado en casas pequeñas. En pisos interiores. En ciudades. Y la gente que está en el paro. Los niños sin poder salir. Tres hijos y dos ordenadores y el padre o la madre, teletrabajando. Horroroso. Ha sido horroroso. Hay quiénes no quieren hablar. O no pueden. Es normal. Ha habido de todo. 
Ya se puede salir y entrar. Con mascarilla. Y guardando las distancias de seguridad.¿abrirán los cuarteles? ¿O estaban ya abiertos? ¿Y los centros de salud? Ya se puede volver a los colegios. ¿Tiene sentido? Hay miedo. Es normal. Hay gente a la que se la señala. Se les puede coser un símbolo con el coronavirus bien visible. O impedirles entrar o salir. O encerrar. O poner en cuarentena. Una mujer me habla de un familiar muerto. Se me pone el bello de punta. Y a mí. No poderles dar siquiera un beso. Ni cogerles las mano. Hay mucha gente. Han sido muchos. Pero muchos. En el siglo XXI. En el siglo pasado, vale, ¿pero ahora?
Parece que amaina el temporal.  Hablan o hablamos de normalidad. 

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