viernes, 11 de septiembre de 2020

"Poesía para salvar ríos", una iniciativa eco-poética de hace ya 22 años.

 En 1999 en el Grupo Ecologista Cantueso de Piedrabuena, Ciudad Real pusimos en marcha una idea con la que queríamos concienciar al mayor número posible de personas de la importancia de nuestros ríos, del lamentable estado en el que se encontraban -y encuentran-, de los muchos peligros que los acechaban y de su belleza, incluso poética y literaria.

Gracias al poeta piedrabuenero Nicolás del Hierro Palomo el proyecto salió adelante. Se sumaron otros escritores y en Piedrabuena también colaboró activamente otro poeta, Francisco Caro Sierra.

La fincanciación corrió a cargo de varios ayuntamientos de la provincia de Ciudad Real aunque la verdad es que un par de ellos, el de Carrizosa y Daimiel, no cumplieron con lo acordado. El primero, negándose a pagar y, el segundo, abonando sólo la mitad, a pesar de que se organizó una presentación allí. 

Lo cierto es que fuímos capaces de publicar el libro, en el que también participó el artista ya fallecido Ignacio Meco, donando un grabado para la ilustración de la portada. La edición contaba con pocos ejemplares y se distribuyeron y vendieron rápidamente.

Hubo que sortear diferentes obstáculos y aún hoy el recuerdo que conservo es grisáceo, de color ceniza, o de las tierras de los Ojos del Guadiana o de los terrenos del cauce del río Gigüela, puestos de cultivo.

Creo sinceramente que el libro es precioso y que la iniciativa fue muy positiva. Quiero pensar que sirvió de algo aunque, si visito esos ríos, la poesía se me torna truculenta, oscura, dolorosa, contradictoria siempre.

El prólogo que escribí, tal cual, lo reproduzco, incluyendo alguna falta de ortografía que, como las huellas dactilares de los alfareoros y alfareras, hacen más real y verdadera mi pequeña aportación. Ya lo decía Neruda hablando de los cántaros del pueblo. Ese texto se modificó por los dos poetas mencionados. Yo, todavía albergo la esperanza de que nuestros ríos sean tratados como algo sagrado, como las venas del paisaje de Unamuno, como las serpientes luminosas de las que hablaba Baroja, como el espejo de los pueblos, los tiempos y las gentes que los pueblan.






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