lunes, 7 de diciembre de 2020

Geomorfología, taludes, obras públicas y serio peligro para las personas: el peligroso y amenazante talud de la fuente de la Víbora, en Retuerta del Bullaque, Ciudad Real.

 Los taludes son cortes en el terreno. De entrada, son una excelente forma de "leer" el pasado geológico y geomorfológico de un lugar concreto. Son un libro abierto, un esquema o croquis, un testigo de cientos, miles o millones de años. Una especie de diario que ha ido registrando la evolución experimentada y los fenómenos que allí han tenido su tiempo. 

Vemos, así, rocas sedimentarias, con millones de años, con las huellas de los trilobites, por ejemplo, en lo que fueron fondos marinos o playas. Vemos materiales volcánicos o plutónicos, vemos el fruto del viento, de la lluvia, del hielo, de la vegetación o de la fauna. 

Sin embargo, además del impacto y el posible daño geológico y paisajístico, los taludes pueden ser un verdadero peligro para las personas. Los ingenieros lo saben muy bien y, una parte del presupuesto de muchas obras públicas, a veces, se tienen que dedicar a eliminar o minimizar los riesgos. Hay una gran diferencia entre los materiales y, mientras que unos son extraordinariamente inestables, otros son verdaderas estructuras inamovibles. Si se viaja y se presta atención a estos detalles podemos ver las diferentes soluciones constructivas que se suelen dar: murallas, gaviones, mallas...A veces, tras un derrumbe, se opta por "comer" más materiales a la sierra, peñasco o loma. Cada caso es diferente. Lo cierto es que un talud puede ser una verdadera amenaza para la vida de las personas. 

Hace ya bastantes años presenté unas alegaciones a la administración a un proyecto (en realidad se trataba de una obra que ya había sido realizada, sin autorización, por cierto) en el que, entre otros, era evidente el fuerte impacto de los taludes que se habían generado, y del riesgo que suponían. Adjunté algunas fotografías de deslizamientos no sólo de taludes, incluso en laderas con escasa pendiente.

Desde entonces, cada vez que paso por la carretera entre Porzuna y El Molinillo, recuerdo lo que viví con ese impresionante talud junto a la fuente de la Víbora, frente al pantano de la Torre de Abraham. Cuando se hizo la nueva carretera, el año 1995-1996, me sorprendió que se dejara ese paredón de arcillas y cantos heterométricos abierta y evidentemente amenazantes. Se produjeron varios desplomes, sin consecuencias, más allá de posibles sustos y gastos. Se intervino, me atrevo a decir, ligeramente. Se amplió considerablemente la cuneta, generando, como veremos, un riesgo añadido. El hecho de extraer una buena cantidad de materiales, verticalizando la pared, (supongo que técnicamente se expresará de otra manera) parece que estabilizó la situación. Yo esperaba que se levantara un muro de hormigón armado y, además, que se instalaran mallas metálicas, como mínimo. Pero no fue así.

El riesgo añadido al que me refiero es que esos muchos metros cuadrados de terreno ganados a la sierra se asfaltaron y son un punto de parada, de estacionamiento y de descanso y de recreo, generando, por lo tanto, un riesgo añadido. Es decir, una persona, un grupo, una familia...pueden ahora, parar a comer, por ejemplo, sin darse cuenta de que está ante un peligro considerable.

Se instaló una señal de tráfico, advirtiendo del riesgo, pero no parece, ni remotamente, suficiente.

El talud, impresionante, sigue ahí, y el tiempo y la meteorología, entre otros factores o agentes, dirán si llevo razón. Evidentemente, el que estas líneas escribe no es experto en la materia. Quizás, como dijo un ingeniero en el Boletín Oficial del Estado, se trate solamente de "una mente calenturienta que se opone a todo" (sic), pero, desde mi modesta y humilde opinión, ese talud y esa "pseudo-zona de recreo" son un peligro público. Yo, cuando paso por allí y cuando paro a beber agua en la curiosa y peculiar fuente de la Víbora, siento miedo y, como decía el poeta latino, me estremezco. Dios quiera y nunca pase nada.







Vista del talud a lo lejos.

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