martes, 19 de enero de 2016

Los Ojuelos del río Gigüela parecen iniciar su recuperación.

Los Ojuelos del río Gigüela parecen iniciar su recuperación.
Francisco Zamora Soria, enero 2016.
A mediados de diciembre de 2015, un vecino de Villarrubia de los Ojos, Conce Sepúlveda, se dio cuenta del afloramiento de agua en la zona conocida como Los Ojuelos. Los Ojuelos llevaban más de treinta años secos, que se sepa. En realidad se trata del antiguo cauce del río Gigüela. Este río, del que casi nunca se habla cuando se nombre el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, era extraordinariamente ancho hasta los años cincuenta del siglo XX. Hidrológicamente se comportaba como un río estacional, es decir, llevaba agua en algunas estaciones, invierno y primavera fundamentalmente, y en otras no. Además, en este río también había manantiales de agua que llegaban a las tablas.
A mediados de los años cincuenta empezaron las obras de canalización y encauzamiento del río. Grandes máquinas excavadoras profundizaron el cauce desecando cientos (o miles) de hectáreas y trazando un canal rectilíneo muy estrecho. El río Gigüela tenía un cauce anastomosado, es decir, muy ancho y divagante, que podía encharcarse o no, dependiendo de la cantidad de agua (aforo)  que llevara en cada momento. En algunos tramos el río tenía una anchura de cuatro kilómetros. Había islas que se correspondían con los terrenos cultivados y con edificaciones como quinterías y silos (viviendas subterráneas).
Se trataba de un paisaje de gran belleza, de gran diversidad de materiales geológicos y de gran diversidad animal y vegetal. En esos terrenos se encontraba el río, con sus diferentes canales o “madres”, las zonas adyacentes encharcables, las islas, los terrenos cultivados, las zonas de yesos, los ojuelos o manantiales, arroyos, un entramado de zanjas para regar y los arenales, verdaderas dunas de origen eólico. Las dunas son muy antiguas, se formaron hace unos once mil años, y todavía hoy se puede comprobar la acción del viento sobre ellas. En estos escenarios prosperan plantas endémicas de muy escasa distribución, de ahí su gran interés y su vulnerabilidad. En la misma medida, había fauna especializada y adaptada a estos espacios tan singulares.
Este tipo de hábitats  se encuentran catalogados por la Unión Europea como prioritarios para la conservación.
De manera que en esos kilómetros cuadrados encontramos gran cantidad de valores naturales que merecen la pena ser estudiados y conservados. Por otra parte, también se trata de una zona muy rica en valores patrimoniales que merece igualmente la protección correspondiente.
A pesar de los muchos años de alteraciones y de olvido, el paleocauce del río Gigüela ha vuelto a llamarnos la atención.
Por el momento no se conocen las razones por las que están aflorando las aguas en los antiguos ojuelos del río Gigüela. El río corre ligeramente y el Guadiana, muy cercano, también lleva tres años de lenta recuperación.
Se trata en ambos casos de sistemas hidrogeológicos (de aguas subterráneas) muy complejos y de difícil estudio pero todo parece indicar que algunas circunstancias han cambiado.
Resulta contradictorio comprobar como el agua aflora en unos cinco puntos diferentes a una profundidad de un metro y medio y, sin embargo, los pozos de noria tradicionales, que tienen unos diez metros de profundidad, siguen secos.
De cualquier manera, desde que se difundió la noticia, las diferentes administraciones e instituciones con competencias en estas materias, se han puesto a estudiar el fenómeno.

Para terminar, son varias las amenazas que existen y varios los focos de destrucción de los valores del río Gigüela y su entorno pero parece adecuado quedarnos con la lección que nos brindan las aguas de los Ojuelos del río Gigüela, que es una llamada de atención y un manantial de esperanza.




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