martes, 2 de febrero de 2016

Los Ojuelos del río Gigüela entre la esperanza y la destrucción que avanza.

Hoy es el Día Mundial de los Humedales. Los llamados medios de comunicación de masas nos hablarán de algunos humedales, de problemas y de soluciones. Hoy, habrá quiénes hayan aprendido o descubierto los problemas de estos enclaves tan frágiles. En colegios, institutos, universidades (eso sería lo deseable) se habrán trabajado lo mejor posible los aspectos más elementales del tema.
En las redes sociales también se aborda la cuestión y las instituciones, algunas, y los grupos ecologistas, científicos y profesionales lanzarán o han lanzado ya sus consignas, sus notas de prensa, sus campañas, sus deseos, sus denuncias, sus noticias, sus propuestas...
En un mundo como el nuestro, "líquido" según Zygmunt Bauman, por cierto, todo fluye y lo hace tan deprisa, que es cuestionable que pueda "calar" lo suficiente o, sencillamente, lo necesario.
Desde luego, es mejor que nada. 
Lo cierto es que ayer venía una noticia en el diario La Tribuna de Ciudad Real verdaderamente preocupante. Se hablaba sobre el Trasvase Tajo-La Mancha, ese del que el actual presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, negaba que fuera un trasvase y lo calificaba de proyecto de abastecimiento, como cualquier otro. Nada se decía de los posicionamientos en contra de determinados sectores académicos ni de las propias autoridades en determinadas instituciones. Nada se decía de las promesas incumplidas en cuanto a los plazos y a las catastróficas consecuencias si no se llevaba a cabo en los plazos previstos. Un político, muchos en realidad, decía que no habría futuro ni progreso ni posibilidad alguna de desarrollo para Castilla-La Mancha si no se concluía rápidamente.



Tuvimos que ver como llegaba la crisis para quedarse muchos más años de lo previsto y como se paralizaban las obras y como la información brillaba por su ausencia. Tuvimos que ver como llovía y se iba recuperando el Acuífero 23 y afloraba el agua en los Ojos del Guadiana. Pudimos ver, los que quisimos verlo, con sorpresa y estupor, como por debajo de las enormes tuberías del Trasvase Tajo-La Mancha circulaba el agua de forma natural, con algunas modificaciones introducidas por la misma obra. Tuvimos que ver como, de golpe, tocaba no hablar de este macro proyecto muy ligado a todo lo que pasó después, como el cierre del Aeropuerto de Ciudad Real y el del Parque Temático el Reino de Don Quijote. Vimos como quebraba la Caja de Castilla-La Mancha y como "el ladrillazo" se estrellaba contra un suelo provocando un socavón social sin precedentes en las últimas décadas. No había dinero para casi nada y curiosamente, no había responsables ni culpables. Había gente a la que no se podía ayudar ni a comer ni a vivir bajo un techo. Había gente pasándolo muy mal de la que tampoco tocaba hablar en voz alta.

Y en este día no viene mal recordar que el agua también está aflorando en la zona de Los Ojuelos de Villarrubia de los Ojos. Allí hay unos diez afloramientos que suponen que la esperanza de la recuperación prosigue. Pero allí está también la cruda realidad del agua contaminada por vertidos, la destrucción total de una zona de dunas y de todo lo que en ellas había. Allí sigue habitando el olvido, el peor enemigo de los humedales. Aunque a veces, quizás sea preferible ese olvido a la atención interesada y sin principios.
Quedémonos con la idea de que, después de treinta años, empieza a aflorar el agua en viejos pozos de noria, en zanjas -algunas muy antiguas-, y en pozas hechas por máquinas excavadoras. Hay interés, y eso es lo más importante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario