viernes, 7 de febrero de 2020

Viernes, de vuelta del trabajo a casa.

Los días ya van siendo más largos. Ha salido un sol precioso. Vuelvo cansado, agotado en realidad, del trabajo. Tras cruzar el río Guadiana por Alarcos, en la cuneta, veo una garza real (Ardea cinerea). Un poco más delante sobrevuelan la carretera una urraca (Pica pica) detrás de un críalo (Clamator glandarius). Y más allá, veo una urraca que parece arreglar la entrada al nido. Unos árboles todavía sin hojas me permiten ver esos hogares ornitológicos tan curiosos, elaborados y poco llamativos.
Me aparto hacia el carreterín de Picón y veo un olivar parcialmente cubierto de magarza, florecillas que alfombran un olivar, muy parecidas a las margaritas. Veo un charco que me llama la atención pero está detrás de una valla. Sería el hábitat adecuado para algunos branquiópodos, entre otros animales sorprendentes. Creo, desde hace tiempo, que este espacio deprimido se trata de un maar, entre sierras, cultivado de olivos y con restos de monte y matorral mediterráneos. Los arzollos y almendros ya están floreciendo y espero poder disfrutarlos mañana mismo. Ya llegando a Piedrabuena miro el volcán de la Arzollosa y atisbo alguna mancha blanquecina que denota que la floración, allí, también está en marcha.

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