martes, 10 de octubre de 2023

Cuando el alumnado confunde su papel.

 Las críticas y hasta los ataques verbales al sistema educativo español, en general, a la Enseñanza Pública en particular y al profesorado son una constante en nuestra sociedad desde hace demasiado tiempo. Y no es que no se pueda o no se deba criticar sino que esas opiniones suelen ser, mayoritariamente, negativas y hasta destructivas. Curioso cuando tenemos el mejor sistema educativo de nuestra historia hoy, en el año 2023. Ya lo dijo brillantemente el doctor Esteve, tristemente fallecido, en aquel libro que cualquier docente y cualquier persona que quiera hablar con propiedad sobre Educación en España deberían leer: "La tercera revolución educativa en España".

Y es que hablar mal de colegios, institutos, universidades y hasta de las escuelas oficiales de idiomas y su profesorado se ha convertido en poco menos que una forma similar a la de hablar del tiempo que hace. Parece que de Educación sabe todo el mundo porque, más o menos años, con mayor o menor duración, todas las personas hemos pasado o estamos pasando una parte muy importante de nuestra vida en esos espacios de aprendizaje y convivencia. Los llamados medios de comunicación social y el cine hacen generalmente un flaco favor a esa imagen. 

Pocas veces se habla de la complejidad del acto educativo, de las dificultades de ese precioso e imprescindible trabajo y de cómo, día a día, los docentes hacen lo que pueden para conseguir los objetivos que se les encomiendan, que son muchos, cambiantes y a veces hasta contradictorios. 

¿Errores y carencias? Claro, estamos hablando de seres humanos que trabajan a diario con personas, cada una diferente, a veces, muchas veces, en situaciones verdaderamente complicadas. Estamos hablando de millones de personas de edades comprendidas entre los tres años hasta el final de la vida, en algunos casos. Pero esto no es noticia como tampoco lo es el hecho de que el alumnado y las familias a veces confunden su papel y hasta pierden el respeto y las formas. Y, sorprendentemente, en esos casos es el docente el que se queda mal, herido, confundido, dolido, inseguro y hasta desprotegido. No, eso no suele ser noticia. Pero el "sistema" sí tiene previstas situaciones de este tipo y existe, por ejemplo, la "Comisión de Convivencia" que debería formarse, por ley, al menos en los colegios de Educación Infantil y Primaria. Mi experiencia me dice que no he tenido la suerte de ver un funcionamiento verdaderamente efectivo de este órgano pero sería muy deseable que se profundizara mucho más en su organización y en su obligatoria puesta en marcha. 

Porque ¿qué pasa cuando el personal docente se siente, digámoslo suavemente, mal tratado? Si un alumno o si un familiar falta al respeto al profesor ¿qué ocurre? Muchas veces, ya contesto yo, nada de nada. A veces se recibe el apoyo, en privado, de compañeros, amigos y algunas familias y nada más. Pero si la persona que se equivoca es un adulto parecería lógico que se pudieran tomar medidas que, por ejemplo, estuvieran encaminadas a restañar esas "heridas".

Y así está el patio, con miles de personas hablando mal y otros tantos sin poder decir ni pío, ni siquiera un ligero trino, aunque sea de una hermosa, viajera y poética golondrina.




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