Hoy, 19 de agosto de 2025, es el Día Mundial de la Fotografía. Me he enterado al ver una fotografía preciosa de mi amigo y fotógrafo Félix Ortega Freire, natural y vecino de Piedrabuena, Ciudad Real, España. Después lo he medio escuchado en un telediario. Llevo ya unas horas pensando si quiero o no publicar alguna fotografía en mi cuenta de Instagram. Al final me he decantado por escribir algo en este cuaderno virtual que hace las veces de diario.
He buscado uno de mis álbumes de diapositivas analógicas. Es un clasificador de cartón A-Z repleto de hojas de plástico de diferentes marcas y positivos seleccionados de otras carpetas similares. Las primeras son de 1988, hace 37 -treinta y siete- años, de manera que yo tenía 28 años. En realidad empecé mucho antes pero no con las "diapos" de 35 milímetros.
Me surge la pregunta de si merece la pena seguir haciendo fotografías. Ahora, cuando más fotos se hacen de toda la Historia de la Humanidad, pienso en esos materiales míos, acumulados, que incluso puede que se estén ya deteriorando. Me doy cuenta de la parte importante o importantísima de su inutilidad. Pensemos en lo que ocurre en una biblioteca pública y lo que viene pasando en tantas otras privadas o particulares. Pasado un tiempo sin lectores...llega eso que se llama "el descarte", o sea, hecatombe, destrucción, fin de trayecto. Quizás con suerte algunos se libren, puestos a la venta. O caigan en manos de algún "chundocu" ("Tsundoku" en japonés es una persona que compra libros compulsivamente y no los lee).
Y es que debemos ser miles o decenas de miles, si no más, las personas que desde nuestra juventud o incluso antes, y hace muchas décadas, venimos hacieno fotos sin darles un uso público en la inmensa mayoría de los casos.
Del proyecto de Bill Gates del que hablaba Juan Miguel Sánchez Vigil no he vuelto a oír hablar. Parece ser que compró una mina abandonada para convertirla en el archivo fotográfico de todo el planeta Tierra. En la misma tónica compró varios archivos con millones de fotos, negativos, placas, daguerrotipos, rollos de película de cine, documentales...
Miles de imágenes en diferentes soportes se encuentran en nuestras casas con un futuro muy incierto. ¿Qué pasará con ellas mañana? Y dentro de un año, de dos, de diez, de veinte...Además de la cuestión de la propiedad, la posesión o la simple custodia están las dificultades derivadas de la conservación.
Y es que no es lo mismo guardar una caja de lata de carne de membrillo, o de cartón, o un álbum, o unas cuantas cajitas de plástico para las diapos -¡qué chulas las amarillas de Kodak! o unas cuantas fotos enmarcadas...que un verdadero archivo de toda una vida.
Suelo contar que cuando alguien me pide una fotografía, sencillamente, tiemblo. Detrás de algunas búsquedas puede haber cinco minutillos... o tardes enteras de los fines de semana, cuando trabajaba remuneradamente. Y a veces, bastantes veces, sin resultado positivo alguno. Difícil de explicar a quiénes no han tenido esta vivencia. También me ha ocurrido que tras la búsqueda he tenido que positivar y pagar y llevar hasta más de un año y de dos el material en el coche, hasta extraviarlo, por no haber sido capaz de contactar con esa persona que me pidió unas fotografías muy concretas de aquel año en el que "tú, ¿te acuerdas?, le hiciste unas fotos a mi mujer y a mi hija en..." (no es un ajuste de cuentas ni una queja, es una anécdota adaptada para describir una realidad).
Archivadores llenos de diapositivas, carpetas con negativos, cajas con fotos, con sobres y negativos, rollos de película, álbumes. algunas ampliaciones, recortes, fotocopias en color, recuerdos que se van disolviendo. Abro este carpetón y veo mis primeros carretes, de 1988, que sí un galápago y mis primeros nenúfares en el río Valdeazogues, amigos y amigas, que sí la huelga general de 1988 en Madrid...
Ahí están. Muy cerca también hay cajas, muchas me parecen preciosas, de cámaras, objetivos, visores, flashes, adaptadores, filtros, duplicadores, polarizador...y algunos de esos materiales, a los que en ciertos ambientes se les denomina "pisas", es decir, "pisapapeles. Llevas una cámara o un objetivo para que te lo valoren y te dicen eso, que sólo sirve de adorno, de pisapapeles, si es que te gustan estos materiales. Hay fundas, tapas, garantías, cables, trípodes, restos casi arqueológicos de los que hoy sólo se puede hablar con personas como tú, y no con todas. Hay también revistas, bases de concursos, papeles, carteles, sobres de diferentes laboratorios, botes, cajas de cartón de los carretes, alguna lata, un cargador de película, en algún rincón perdido de tu casa natal debe estar aquella ampliadora que te regalaron tus primos y que pusiste en marcha...
Y sigues, como decía George Eastman, sencillamente, apretando el botón. O como decía alguien, suerte, casualidad...
Y ahora, sigo apretando, doble o múltiplemente, el botón. De la cámara, del móvil, del dron, del ordenador, de las llamadas redes sociales, que si me gusta, que si la paso deprisa, que si pongo un comentario, que si contesto, que si no, que si merece la pena o si no...
Y de fondo, una especie de murmullo, como voz de una conciencia que se va agotando y ahitando también. Como aquello del "Yo de vestidos no entiendo pero de veras te gusta ese que te estás "puniendo"..."(versión traída libremente de "María Manuela", de Rafael de León).
Y ahí están las fotos, cientos, miles, decenas de miles... Y ahí está el escáner que te compraste, para diapos y negativos, muerto de risa, y los raíles, y el cable de alimentación y el de comunicación...Y ahí esta la impresora pequeña, y el papel fotográfico, y unos carretes de 36 por si acaso algún día, y pilas...y, y, y...
Y leyendo a Fontcuberta las dudas se agigantan...¿merece la pena...? Rectifico, ¡perdón!, ¿me merece la pena seguir haciendo fotos?
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