sábado, 19 de junio de 2021

Sobre la belleza del paisaje volcánico de Piedrabuena, Ciudad Real.

 Hace unas semanas desde que elaboré unos materiales educativos relacionados con el volcanismo del Campo de Calatrava para que sea utilizado por escolares de Educación Primaria y otras etapas educativas (si procediera). Con motivo de la solicitud de inclusión de estos territorios, junto con los del carbonífero de Puertollano y del mercurio de Almadén como Geoparque, formo parte del grupo que está aportando su granito de arena (en mi caso, en otros habría que hablar de una dilatada obra científica y educativa) para la consecución de tal fin.

En uno de los sencillos cuadernillos que hice hablaba sobre algo tan "peculiar" como la belleza de estos paisajes, antropizados, por cierto, y de como son susceptibles de ser trabajados en nuestras aulas y en otras iniciativas de educación no reglada. A mí me siguen emocionando estos paisajes y me sorprenden cada día más. Es como si se tratara de un texto un tanto críptico que, día a d´ñia, voy descifrando y entendiendo mejor.

A los pocos días escuché a la doctora Elena González Cárdenas hablar sobre este interesante proyecto del Geoparque y sobre algunos de los volcanes de Piedrabuena. Me di cuenta de lo mucho que podrían significar si les diéramos el valor que verdaderamente les corresponde. Para eso todavía son necesarios muchos esfuerzos colectivos. Son de agradecer las iniciativas de la Consejería de Educación, de la Diputación Provincial de Ciudad Real y del grupo GEOVOL, de la UCLM.

Desde este rinconcillo de divulgación recomiendo recorrer estos caminos con ojos de niño de cualquier edad, es decir, con curiosidad y ganas de disfrutar. Hay unos paisajes preciosos preparados para sorprendernos.

Detalle de las pequeñas parcelas agrícolas en suelos volcánicos en las inmediaciones del asomo volcánico de Las Galindas, en la ladera cuarcítica de la Sierra de la Cruz, en Piedrabuena, Ciudad Real. Se trata de un enclave cargado de significación cultural e histórica en este municipio para las personas de más de senta años. En una de esas pequeñas pedrizas sobre los terrenos volcánicos, circulaba el agua los años de lluvias abundantes. Las mujeres colocaban las piedras y algo de tierra y vegetación para hacer pequeños lavaderos de ropa. Hasta allí subían a diario para hacer la colada, en lugar de acudir a otros puntos, como arroyos o al río Bullaque. La mayor parte de la información me la ha proporcionado mi vecina María Rincón que tantas veces subió a lavar y tantas historias preciosas me cuenta.

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