sábado, 2 de enero de 2021

Año nuevo, vida ¿nueva?

 Sí, feliz año nuevo a todos, menos a uno, al coronavirus.  (Una vez, por hacer la gracia, es decir, por reproducir esa forma tan peculiar de saludar, me obligaron a salir y pedir perdón. Yo se lo había oído muchas veces a un compañero y amigo de la mili, y me parecía, sencillamente, genial.) Y así empezamos este año de 2021, deseando a todo el mundo un feliz año nuevo, en plena pandemia por coronavirus y con una incertidumbre tremenda. Además, en mi caso, como en el de millones de personas, con las dudas y desconfianza, rondándonos la cabeza a diario, casi.

¿Seremos capaces de volver a lo que antes considerábamos normal, aunque, como ya han señalado varios autores y pensadores, no lo fuera?

Mientras tanto, yo vuelvo, poco a poco, a mis rutinas, a mis senderos de hierba y barro, Vuelvo a mis aceras, calles y corrales, Vuelvo a las afueras, a los quiñones, a escuchar conversaciones en la barra de cualquier bareto (Bar, con mayúsculas). Reitero mi deseo de tener una oreja verde de Rodari, de fijarme en lo pequeño, aunque sea absurdo para muchos. Me quiero seguir emocionando con las sonrisas o las lágrimas de cualquier persona sincera, con las gambas duende, con los ácaros imperceptibles, con la seta que crece en la misma cuneta y con la hoja de hierba que, ahora, está seca por completo. Seguiré anhelando un Guadiana y un Gigüela vivos y aguantando marea ante tanto incompetente, corrupto o malo. Porque el trompeteo de las grullas, la luz de los ojos de cualquier animal y la bondad de muchas personas alumbran más que tanta y tanta mentira, por poética, académica, mediática o socializada que sea.

¡Feliz año nuevo!




 


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