martes, 2 de agosto de 2022

In Memoriam: Máximo Antonio Villegas Redondo.

 Hace unos días, concretamente el 29 de julio de 2022, falleció en Madrid, con 91 años, don Máximo Antonio Villegas Redondo, médico estomatólogo. Máximo Antonio nació en Villarrubia de los Ojos, Ciudad Real, el año 1930. Era uno de los tres hijos de María Antonia Redondo Redondo y de Lucio Villegas Ladrón de Guevara. Máximo Antonio, conocido como Antonio en su pueblo natal y como Máximo en el resto del país, tuvo seis hijas e hijos y siete nietos.

Aunque tengo muy pocos datos de su vida sí sé que era un muy buen estudiante y que ya en 1966 obtuvo plaza de especialista en Odontología del Seguro Social de Enfermedad (BOE Nº 66 de 18 marzo de 1966). Y dos años más tarde consiguió la plaza de Odontología de la Seguridad Social (BOE Nº 186, 3 agosto 1968).

Después de formarse con el doctor Víctor Sada, pionero de la cirugía maxilofacial española, abrió consulta en Córdoba y en Madrid y por ella pasaron algunas de las personas más famosas y relevantes social, institucional y políticamente de España. Atendía, con la misma profesionalidad, a todo tipo de pacientes, entre los que me encuentro, con la particularidad de que tuvo que realizarme una pequeña intervención quirúrgica cuando yo tenía diez años y me encontraba como alumno interno en Madrid. Ya en su madurez abrió consulta en su pueblo natal, Villarrubia de los Ojos, donde no era raro verlo trabajar los viernes y sábados hasta casi la media noche para atender a todos los que necesitaban su ayuda.

De su buen hacer profesional podemos dar cuenta miles de personas que pasamos por sus manos. Era, además, un gran amante del campo y de la caza y, hasta dónde yo sé, un hombre sencillo en el sentido de no querer llamar la atención o destacar por sus cualidades y éxitos, sino que prefería pasar desapercibido, con su familia, entre jaras, tomillos y encinas, en la sierra de Villarrubia de los Ojos.

En su entierro uno siente que alguien muy interesante y valioso se nos va y que no hemos sabido agradecerle en vida su gran valía y dedicación. Hablo con otras personas que lo conocieron mejor que yo, y con algunos familiares, y me dicen que, con esa edad, la inmensa mayoría que podrían acudir al sepelio ya han fallecido también. 

Lo cierto es que, como decía una persona muy querida, en Villarrubia de los Ojos no somos muy diestros en esa faceta de honrar a las personas que destacaron positivamente sobre la mayoría. A día de hoy sigue siendo una asignatura pendiente.  No sé a quién correspondería ni cómo se debería hacer. A veces pueden bastar unas palabras de agradecimiento público en sencillos actos, en pequeñas publicaciones, o en detalles que, hoy, se nos siguen escapando. Incluso pienso que en el funeral deberíamos ser capaces de arbitrar algún tipo de "protocolo", por decirlo de alguna manera, para que, llegado el caso, se pudieran trazar esas virtudes de las que, estoy seguro, Máximo Antonio se había hecho digno acreedor. 

Valgan mis palabras como pequeña aportación a su trayectoria y su buen hacer, dentro y fuera de la consulta. ¡Descansa en Paz!

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