domingo, 11 de julio de 2021

La importancia del nombre de las calles y de los letreros correspondientes. El caso de Villarrubia de los Ojos, Ciudad Real.

 Cuando yo era pequeño, en mi pueblo natal, Villarrubia de los Ojos, las calles tenían sus correspondientes nombres, puestos en placas metálicas. Sólo había una excepción que nos llamaba mucho la atención. Se trataba de una especie de baldosa o placa cerámica en la que, con color azul, estaba escrito el nombre del pueblo y, además, el partido judicial. Era, y sigue siendo, la calle Isabel La Católica, por el barrio del Convento.


Poco a poco se fueron sustituyendo las antiguas placas por otras de fondo azul y letras blancas, en relieve, de aluminio. 

Llegó la Transición y algunos nombres se volvieron a cambiar. Y digo "se volvieron" porque fue el momento en el que se puso de manifiesto que muchas calles habían cambiado sus denominaciones dos, tres o cuatro veces en los últimos cincuenta años. Y es que, tras el paso de la monarquía de Alfonso XIII a la II República, el callejero villarrubiero cambió considerablemente. Tras el fin de la guerra civil y durante el franquismo se hizo lo mismo. 

Por cierto, en ambos períodos se tuvo muy poca consideración con los nombres más antiguos, más auténticos y más arraigados en el habla villarrubiera. Además, en ambos períodos, como en la inmensa mayoría de los más de ocho mil municipios de España, recurrieron a sus heroes, aunque hubieran sido, por ejemplo, golpistas, detalle al que entonces no se le daba ninguna importancia.

En los últimos años, quizás diez, quince o veinte, el ayuntamiento empezó a renovar esas placas y sustituirlas por otras del ceramista Porro (Agustín José Gómez-Porro Fernández, 1963). Se trataba de placas muy bien hechas, legibles y estéticas. Han venido a embellecer nuestro pueblo, a dar un toque muy personal y distintivo. Si no recuerdo mal algunas están hechas con la curiosa y compleja técnica del "rakú" de la que José es un verdadero un maestro. El resto son placas de barro blanco, esmaltadas y con decoración a cuerda seca, creo. Merece la pena pararse a verlas e ir descubriendo esos pequeños detalles con motivos florales de nuestro entorno.


Y ahora, hace unos días, quizás algún mes, vuelvo a notar un cambio. Y es que se están cambiando o renovando las placas otra vez, ahora, recurriendo a otro material. Pero lo preocupante es que, de alguna manera, se están cambiando los nombres de las calles y plazas. 

Y es que no es lo mismo rotular "Calle La Hontanilla" que escribir, escuetamente "Hontanilla" sin que sepamos que tipo de vía es y, además, induciendo al error o la confusión, ya que, en Villarrubia de los Ojos la Hontanilla en un abrevadero de ganado y fuente y ese paraje concreto y, otra cosa diferente es la calle que lleva su nombre. Otro ejemplo muy fácil de entender es el de los nombres de ciudades o provincias. No tiene ningún sentido que en un letrero ponga Burgos o Cádiz en lugar de Calle de Burgos o Calle Cádiz.





Para terminar, los nombres de las calles son importantes. Nos ayudan a orientarnos pero también nos hablan del pasado. Son parte de nuestro Patrimonio, incluyendo una parte del Patrimonio Intangible al que no siempre se le presta la debida atención, por cierto. Así, los odónimos, estos nombres que vemos a diario en nuestras calles y plazas, deberían tratarse con todo el rigor posible. 


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