Me llama el charco.
Me llama el charco
a gritos,
gota a gota.
Me dice tantas cosas
que, a veces
hasta me pierdo
en los laberintos
de su pequeñez
enorme.
Lo escucho,
eso creo,
pero quizás sea al revés.
Ese espejo
tan oscuro
devuelve
también la luz que me falta,
que necesito,
que busco.
Leo en el barro,
busco
y me encuentro:
uno más,
en esas aguas turbias
al borde del abismo
de esas grietas
que lo resquebrajarán todo.
Allí está mi huella,
también
mi imagen,
deforme,
informe,
mis sueños,
deseos,
recuerdos,
barro
despreciado.
Barro, a secas.
Barro moldeable,
que refleja tantas cosas.
Laberinto prohibido
para tantas y tantas
caricias
de la vida
incierta.
Barro.
Cieno.
Agua que agoniza
creando vida
hasta el último segundo.
Latido fugaz
de nube,
de tormenta,
de chubasco.
Cobijo,
cuna,
vida y muerte.
Oasis. Fuente.
Pergamino
en mil idiomas,
partitura
grabada
incluso
por alas y élitros.
Testamento, herencia,
despensa,
charco inmundo
de barro nuevo.
Vida...
12 marzo 2021.
No hay comentarios:
Publicar un comentario