domingo, 5 de abril de 2020

Golondrina común (Hirundo rustica) en Piedrabuena, Ciudad Real.

Hoy, he vuelto a disfrutar con las golondrinas comunes (Hirundo rustica) que viven en mi casa. Me he sentado, aprovechando que seguimos con el Estado de Alarma por la pandemia del coronavirus, y que estoy de vacaciones de Semana Santa, y me he puesto a hacer fotos a las tres aves que viven en nuestro domicilio: gorriones comunes, estorninos negros y golondrinas comunes. De las tres aves la golondrina común es la más...entrañable, por decirlo de alguna manera. Desde pequeños aprendemos a respetarlas y amarlas. Cuando yo era niño me dec´ñian mis mayores que las golondrinas eran muy buenas porque les quitaron las espinas al Señor. Es aimagen se nos quedó grabada muy profundamente y todavía hoy condensa y destila unfinidad de sentimientos muy íntimos. Había otras enseñanzas que provenían más del colegio y de la Iglesia, que tenían que ver con las Sagradas Escrituras. Las heces de una golondrina sanaron la ceguera de un personaje bíblico. No recuerdo mucho más.
Después aprendí que son insectívoras y que vienen de África a pasar la primavera y el verano. Me dí cuenta que no entienden de fronteras ni colores ni idiomas ni leyes. Se meten en nuestras casas y nos despiertan por la mañana. Cantan en nuestros balcones, alféízares, cuerdas y alambres de tender la ropa, en los cables, en las antenas, en paredes, chimeneas, vigas...
Las he visto cogiendo barro y haciendo el nido. Las he observado volar, perseguirse, copular...Las he subido alguna vez a su nido, de polluelos y las he fotografiado algunas veces.
Ahora, en esta situación de encierro nos hacen más libres con sus cantos y sus vuelos.
Es cierto que ensucian la pequeña parte de los edificios u otros objetos en los que crían y se posan. Este año he limpiado un poco un tubo en el que se posan y he recogido las heces que había acumuladas junto a uno de los nidos. 
Sin embargo sigo pensando que las golondrinas nos dan mucho y apenas si nos piden un huequecillo de nuestras casas para criar.
Una vez hicimos un pequeño censo de aviones, golondrinas y vencejos en el Colegio Público de Integración "Nuestra Señora del Rosario" de Porzuna, Ciudad Real. Y además, hicimos una serie de pegatinas para repartir al alumnado en las que había un dibujillo y un texto muy breve, que decía "Una golondrina caza dos mil mosquitos en un día". Era un dato que provenía de diferentes lecturas. Como suele ocurrir, fueron varias las personas que me dijeron que cómo lo sabía o que si las había contado yo. 
Lo cierto es que cuando veo la primera golondrina del año, para mí, es todo un acontecimiento, un motivo de alegría, un dato que intento conservar y compartir, un tema de conversación.
Y es que, las golondrinas, las poéticas golondrinas de Bécquer, son una de nuestras aves más queridas. He visto en diferentes casas, los "inventos" utilizados para impedir su nidificación. En realidad son espantapájaros no antropoformes, como plásticos, telas, discos de ordenador, incluso cardos...No tengo nada que objetar. La propiedad, es decir, los hombres y mujeres, hacen lo que quieren. Yo, desde niño, prefiero un nido de golondrinas a otras muchas cosas, incluyendo la impoluta fachada o el alerón inmaculado. 
Y, como ya escribí en otra ocasión, me miro en sus ojos y esa mirada me hace sentirme más cerca de un mundo que parece empeñado en alejarse de la Naturaleza.





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