viernes, 3 de abril de 2020

Mi cuaderno del coronavirus, 4.

Hoy es trece de abril de 2020, viernes. Empezamos las vacaciones escolares de Semana Santa. En realidad, seguimos confinados y teletrabajando, atendiendo correos y enviando peticiones de algunos padres al equipo directivo, que también, a estas horas, está ahí, detrás del ordenador, solucionando problemas.
En estos días he visto muy poco la televisión y, lógicamente, he salido lo imprescindible, a tirar la basura y los residuos reciclables, a hacer la compra y, sinceramente, el domingo por la mañana, a ver un paraje que vengo estudiando desde hace ya tres o cuatro años, pero fue muy breve.

Han fallecido tres familiares, de avanzada edad. Dos estaban en residencias y una tercera, en su casa, con buena salud y haciendo vida completamente normal.
He tenido noticia de otros fallecimientos y de contagios así como de la muy preocupante situación de las personas de la residencia de Piedrabuena. La información que me llega es totalmente contradictoria y se demuestra, una vez más, lo que aprendí de una película de los años ochenta del siglo XX. Trataba sobre un periodista o fotógrafo de guerra en un conflicto armado en Sudamérica. Decían algo así como que la primera víctima que cae siempre en una guerra es la Verdad. 
Aunque no me guste la denominación de "guerra" para lo que está ocurriendo, la expansión de un virus con efectos mortales por prácticamente todo el planeta, osea, una pandemia, utilizo el termino porque se está usando profusamente en la actualidad.
Desde que tuvimos las primeras noticia sobre el coronavirus o COVID-19  en diciembre de 2019, escuchamos y leímos que no se nos estaba contando lo que estaba ocurriendo de verdad en China. Lo achacaron y achacamos, al sistema político y social de aquel país. Hasta que llegó aquí  y vimos que algo muy parecido estaba pasando. Así, del caso del que hablaba, me dicen que han muerto dos personas por un lado y por otro que, en realidad ya eran nueve. Me aseguran que hay dos contagiados y, otra fuente que me parece mucho más fiable -como de aquí a Lima, que se solía decir- habla de treinta personas.
Un familiar que ha perdido a su progenitor relata el rápido proceso y la poca información recibida. Parece ser que es legal, dadas las circunstancias, enterrar muy rápidamente a los fallecidos. Sin embargo, me aseguran, esas personas no constan en documento o estadistica alguna como víctimas del coronavirus, porque no se les ha practicado la autopsia y no se les hizo la prueba correspondiente. De manera que, aplicando una lógica de cajón, que por desgracia, tantas veces funciona, pienso que donde dicen mil serán, en realidad, mil quinientos, dos mil o quién sabe cuántas las víctimas.
Pero el dolor queda ahí, con la pérdida de un ser querido, sin poder recibir siquiera el apoyo de familiares y amigos.
Por otra parte, el tratamiento dado en las televisiones me parece absolutamente desproporcionado. Como decía, no estoy viendo la televisión, que quiere decir que del total de horas que paso en mi casa, todo el día, son apenas minutos el tiempo que presto atención a la pequeña pantalla. Pero lo que oigo me parece muy, muy cuestionable. 
Por cierto que escuché en la radio que el Ministerio de Sanidad ha difundido un documento previniendo precisamente de los efectos nocivos de estar expuesto a estas fuentes de ... mensajes, digamos, durante más de media hora al día.
Uno de mis hijos me dice que "cuando volvamos a la normalidad, es decir, cuando las cosas vuelvan a ser como antes..."  y le expreso mi opinión. Las cosas nunca vuelven a ser como antes. Es como el antes y el después de la pasada crisis económica. Ya prácticamente nada ha vuelto a ser igual. Por lo pronto, se quedan por el camino miles de personas, y todos sus familiares, amigos, conocidos, con esa herida, recidiva. Además, está el daño emocional, difícil de cuantificar e incluso de percibir. Y no he nombrado los cambios económicos, sociales, culturales, legales, políticos...

Hoy, sin ir más lejos, me ha llegado una petición para que firme, si estuviera de acuerdo, en el sentido de pedir un ERTE para nuestros políticos. No entro a valorarlo. Por el momento, no he firmado. Y también hoy me ha llegado información de la Universidad de Valladolid en la que se pide contestar un cuestionario de diez minutos, totalmente anónimo, para estudiar los efectos psicológicos del confinamineto por el coronavirus. Se encuentra el enlace en el extraordinario blog de Ruiz Calleja. Recomiendo contestar el cuestionario.

Lo que me queda claro es que es muy curioso lo mucho que deja al descubierto un ser vivo tan pequeño como un simple virus. Así, nos abre un poco los ojos para que veamos la gran injusticia que está teniendo lugar en las residencias de ancianos o de la tercera edad. ¿Es lógico que no se les trate, ni hagan pruebas ni se establezcan cauces más fluidos y, sobre todo, más humanos, entre los pacientes y los familiares? ¿Las personas que han hecgo posibles nuestras vidas y nuestro nivel de vida y nuestro sistema público de salud no tienen derechos? ¿Es humano ese arrinconamiento? ¿Qué pensaremos y sentiremos dentro de diez, veinte, treinta años, cuando nos toque a nosotros?Tendríamos que plantearnos muy seriamente si es medianamente aceptable esta situación y este modelo. A mí, personalmente, me hizo reflexionar mucho un artículo o una entrevista, creo que en el diario El País, en julio o agosto de 2012, de una mujer del entonces naciente partido Podemos (creo recordar, quizás fuera del 15-M o de Equo o algo cercano)

También he pensado en estos días en las muchas realidades que han cambiado a mejor en esta situación. Por ejemplo, la mortalidad por accidentes en carretera o los accidentes laborales entiendo que ha debido bajar de forma muy clara.
Me ha llamado la atención las grandes diferencias que he detectado entre otros países y España ante los primeros contagios detectados. Podríamos nombrar a México o Jamaica. Llama mucho la atención.
No he entendido, desde el primer momento del Estado de Alarma, la retransmisión de imágenes en televisión de personas amonestando o incluso insultando a otras por pasear o correr. Me parece una falta de...no sé, de respeto, como mínimo. Veamos ¿la declaración del Estado de Alarma nos convierte a todas y todos en jueces y en miembros del orden?¿Qué autoridad tiene quién vocifera o conmina a alguien desde su balcón? ¿Conoce, por ejemplo, la situación real de ese viandante, por ejemplo?
Se dio el caso, penoso, de familiares de niños autistas que tuvieron que salir a pasear con sus hijas o hijos y llevaban el decreto del BOE en el bolsillo, incluso para mostrárselo a policías. Se les dijo que portaran un pañuelo azul ¿como? ¿Para así poder gritar con más acierto? ¡Lamentable! La mirada incriminatoria, acusatoria, desconfiada, ya es síntoma de que muchas cosas no se han orientado bien.

Otro tema que me preocupa es el de las medidas que se están tomando y que pueden no ser eficaces pero, sobre todo, parecen improvisadas o simplemente, cosméticas, partidistas y electoralistas. Una vez, una estudiosa de temas relacionados con el agua potable me hablaba de un problema surgido en Portugal. Decía que era más grave lo que se estaba haciendo, el tratamiento químico, que la ingesta del agua que tenía alguna característica no deseada, pero inocua.
De manera que, fumigar con lejía, nombre del clorito sódico más utilizado en España, o dicho de otra manera "desinfectar" así, ¿lo avalan los científicos en la materia? Yo, hasta que no lo lea en fuentes cualificadas, no lo veo. Supongo que es una medida más, de las que se vienen tomando, en un sentido tranquilizador, lo que nos devuelve la pregunta ¿pero tenemos que estar intranquilos? ¿Tenemos que tener miedo? 
No sé, yo creo que la situación actual tiene aspectos que son manifiestamente mejorables y tiene mucho que ver, como casi siempre, con la comunicación y la información veraz.¿Que me quede en casa? Pero si vivo a cien metros del campo, en un pueblo. ¿Puedo ir a trabajar al campo o a comprar pero no a ver un espacio cercano que vengo siguiendo desde hace mucho tiempo? 
En fin, hoy hay motivos para la esperanza, según nos dicen. El número de contagiados ha bajado. Espero que el dato no haya pasado por "cocina".



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